Adán Augusto López, el morenista que se lava las manos ante el escándalo de Hernán Bermúdez
El senador de Morena asegura no haber tenido indicios de vínculos delictivos de su exsecretario de Seguridad
CDMX.- En una sesión del Senado que parecía más un ejercicio de escapismo que de rendición de cuentas, Adán Augusto López, el exgobernador de Tabasco y actual senador de Morena, intentó deslindarse del caso que lo ha puesto en el ojo del huracán: la vinculación de su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, con el grupo criminal "La Barredora", célula del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Con un tono que oscilaba entre la indignación y la indiferencia, López afirmó que "nunca tuvo un indicio o sospecha" sobre las actividades delictivas de Bermúdez, y remató con un desdén que parece más propio de un guion mal escrito que de un político enfrentando un escándalo de esta magnitud: "Toda su tiznadera me tiene sin cuidado".
El contexto no podría ser más incriminatorio. Bermúdez, quien fungió como titular de Seguridad durante el gobierno de López en Tabasco, está hoy en la mira de las autoridades federales por su presunta participación en actividades delictivas, lo que ha llevado a comparaciones inevitables con el caso de Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad de Felipe Calderón, condenado en Estados Unidos por vínculos con el narcotráfico. La ironía es inescapable: López, quien en su momento cuestionó la supuesta ignorancia de Calderón sobre las actividades de García Luna, ahora se presenta como un inocente sorprendido, un argumento que, por decir lo menos, no convence a muchos.
El problema no es solo la credibilidad de López, sino la narrativa que construye. Su declaración en el Senado, lejos de aclarar dudas, las profundiza. ¿Cómo es posible que un gobernador, responsable de la seguridad de un estado, no tuviera ni siquiera un "indicio" sobre las actividades de su secretario de Seguridad? La respuesta que ofrece López es insuficiente, y su actitud, más que defensiva, parece arrogante. "Mienten", dijo, acusando a sus críticos de fabricar una campaña de desinformación. Sin embargo, el peso de las evidencias, como las investigaciones en curso y las declaraciones de otras instancias, sugieren que el problema no es solo de percepción, sino de responsabilidad.
Además, el timing de esta declaración no podría ser peor. En un momento en que el gobierno de Claudia Sheinbaum enfrenta presiones internacionales, particularmente de Estados Unidos, por la supuesta infiltración del narcotráfico en las estructuras de poder, el caso de López y Bermúdez no hace más que alimentar las críticas. Sheinbaum, por su parte, ha dicho que corresponde a la Fiscalía esclarecer el vínculo, pero la falta de acción concreta y la protección política que parece rodear a López dentro de Morena solo agravan la percepción de impunidad.
En última instancia, lo que está en juego no es solo la carrera política de Adán Augusto López, sino la credibilidad de un sistema que, una vez más, parece incapaz de auto-purificarse. Mientras López se lava las manos, el país se pregunta si realmente no sabía, o si simplemente no le importa. Y en ese dilema, la verdad parece estar enterrada bajo una montaña de tiznadera que, al final, no solo mancha a López, sino a todo el entramado político que lo protege.