AMLO y su clan: Un análisis de cómo el ex presidente y los suyos siguen activos en los tiempos de Sheinbaum
Claudia enfrenta un dilema histórico: consolidar su liderazgo sin traicionar el proyecto que la llevó al poder, pero también evitar que AMLO y su clan la relegue a un segundo término.
CDMX.— Cuando Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de México en octubre de 2024, se esperaba que liderara con autonomía, imprimiendo un sello propio al proyecto de la Cuarta Transformación (4T). Sin embargo, a casi un año de su mandato, la influencia persistente del ex presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su entorno familiar y político sigue proyectando una sombra que enturbia su gestión. Lejos de retirarse a la tranquilidad prometida en su rancho en Palenque, AMLO y su clan permanecen activos, generando un ruido constante que dificulta a Sheinbaum gobernar con libertad y consolidar su liderazgo. Este control se ve agravado por el legado de un auge del crimen organizado durante el sexenio de AMLO, con el narcotráfico, el huachicol y las desapariciones alcanzando niveles récord, un lastre que ahora Sheinbaum debe enfrentar bajo la presión de un clan que parece intocable. La pregunta persiste en el debate público: ¿hasta cuándo permitirá la presidenta que la familia López Obrador marque el ritmo de su gobierno?
Un clan que no suelta las riendas
A pesar de haber dejado la presidencia, AMLO no ha desaparecido de la escena política. Desde Palenque, en Chiapas, donde supuestamente se dedica a escribir un libro, mantiene una presencia activa a través de su familia y aliados, quienes ocupan posiciones clave en Morena y en el gobierno. Su hijo, Andrés Manuel López Beltrán, conocido como “Andy,” asumió en septiembre de 2024 el cargo de secretario de Organización de Morena, un movimiento que muchos interpretan como un intento de consolidar el control familiar sobre el partido que AMLO fundó. En el podcast *La Moreniza* del 5 de junio de 2025, López Beltrán defendió su legado, rechazando el apodo “Andy” como una forma de minimizar su conexión con “el mejor presidente que ha tenido este país,” en referencia a su padre.
No es solo “Andy” quien mantiene viva la influencia del clan. José Ramiro López Obrador, “Pepín,” hermano del ex presidente y actual secretario de Gobierno de Tabasco, ha generado titulares con declaraciones explosivas. Hace unos días, al referirse a una orden de aprehensión contra Hernán Bermúdez Requena, ex secretario de Seguridad de Tabasco, “Pepín” afirmó que “está saliendo toda la pudrición” en el estado, una frase que no solo aludió a presuntos vínculos criminales, sino que también reforzó la percepción de que el clan López Obrador sigue siendo un actor central en la política local y nacional. Sin embargo, sus comentarios previos, como cuando acusó a los medios de “andar como buitres” al reportar una ola de violencia en Tabasco, reflejan un estilo confrontativo que recuerda las mañaneras de AMLO, generando fricciones innecesarias para el gobierno de Sheinbaum.
Pío López Obrador, otro hermano del ex presidente, también sigue en el ojo público. Su historial, marcado por videos filtrados en 2020 que lo muestran recibiendo sobres con dinero en efectivo para Morena, continúa alimentando acusaciones de opacidad y nepotismo. Aunque AMLO minimizó estos escándalos durante su sexenio, la presencia de Pío en la militancia de Morena refuerza la narrativa de un clan que no cede terreno. Incluso las primas de AMLO, como Felipa Guadalupe Obrador Olán, vinculada a contratos millonarios con Pemex, y Manuela Obrador Narváez, cuestionada por postularse a un cargo indígena sin pertenecer a una comunidad originaria, han contribuido a la percepción de que la familia López Obrador opera como una red de influencia que trasciende el mandato de AMLO.
Sheinbaum, atrapada en la órbita de AMLO
Claudia Sheinbaum, quien durante su campaña prometió “continuidad con sello propio,” enfrenta el desafío de gobernar bajo la alargada sombra de su antecesor. Su administración ha mantenido las políticas emblemáticas de AMLO, como la reforma judicial para la elección popular de jueces y la consolidación de programas sociales en la Constitución. Sin embargo, esta continuidad parece más una imposición que una elección libre. La presencia de figuras leales a AMLO en su gabinete, como Marcelo Ebrard y Ariadna Montiel, junto con el liderazgo de “Andy” López Beltrán en Morena, sugiere que Sheinbaum está rodeada de un círculo que prioriza la fidelidad al obradorismo por encima de su propia agenda.
El ruido generado por el clan López Obrador no se limita a la política interna de Morena. En redes sociales, usuarios han expresado su frustración, acusando a la familia de AMLO de perpetuar el nepotismo y el influyentismo que el ex presidente criticaba. Un usuario en X señaló que “los hijos de López Obrador están podridos en dinero, manejan los contratos más jugosos del gobierno,” una percepción que resuena entre críticos que ven al clan como una dinastía en ciernes. Otro comentario destacó que “la familia López Obrador es la definición de nepotismo,” recordando cómo AMLO condenaba prácticas que ahora parecen caracterizar a su entorno.
Sheinbaum ha intentado marcar diferencias. Su enfoque en energías renovables, cambio climático y políticas de género contrasta con las prioridades de AMLO, centradas en infraestructura y militarización. Como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, demostró un estilo más técnico, priorizando la inteligencia policial sobre la fuerza militar, con resultados notables en la reducción de delitos. Sin embargo, estos esfuerzos se ven opacados por la percepción de que su gobierno es una extensión del de AMLO. La reelección de Rosario Piedra en la CNDH, vista como una imposición de los leales a López Obrador, y las tensiones internas en Morena, como el desaire a Sheinbaum en el Zócalo el pasado 9 de marzo, refuerzan la idea de que la presidenta lucha por consolidar su autoridad.
Crimen Organizado: La Herencia de AMLO que Compromete a Sheinbaum
La presidencia de Claudia Sheinbaum no solo lidia con la sombra política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su clan, sino también con un legado más oscuro: el auge del crimen organizado que floreció durante el sexenio de AMLO y que ahora pone en jaque su capacidad de gobernar con firmeza. Durante el gobierno de López Obrador, México vio un incremento alarmante en la violencia del narcotráfico, el huachicol, las desapariciones y los secuestros, problemas que, lejos de ser enfrentados con decisión, parecen haber encontrado un terreno fértil bajo la política de “abrazos, no balazos.” Sheinbaum, atrapada entre combatir estos flagelos y la percepción de que protege a los aliados de AMLO, enfrenta un momento crítico: aprovechar la cooperación de capos mexicanos presos en Estados Unidos para desmantelar redes vinculadas a Morena y al clan López Obrador, o arriesgarse a ser vista como cómplice de un sistema que tolera la impunidad.
El auge del crimen bajo el manto de la 4T
El sexenio de AMLO estuvo marcado por una explosión de la violencia ligada al crimen organizado. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, México registró más de 200,000 homicidios entre 2018 y 2024, un récord histórico. El huachicol, lejos de disminuir, se diversificó, con cárteles expandiendo sus operaciones a redes de extorsión y tráfico de personas. Las desapariciones, un drama que AMLO prometió atender, alcanzaron cifras devastadoras, con más de 110,000 personas no localizadas al cierre de su mandato, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas. Los secuestros, aunque subreportados, también se dispararon en estados como Tabasco, Chiapas y Guerrero, feudos históricos de Morena.
Críticos señalan que la estrategia de AMLO, centrada en evitar confrontaciones directas con los cárteles, permitió que estos se fortalecieran. Episodios como el “Culiacanazo” de 2019, cuando el gobierno liberó a Ovidio Guzmán tras un operativo fallido, alimentaron la percepción de que el Estado negociaba con el crimen organizado. En Tabasco, bajo la influencia de figuras como José Ramiro “Pepín” López Obrador, actual secretario de Gobierno, y Adán Augusto López, ex gobernador y aliado clave de AMLO, se denunciaron vínculos entre funcionarios locales y grupos criminales como “La Barredora.” La reciente orden de aprehensión contra Hernán Bermúdez Requena, ex secretario de Seguridad de Tabasco, acusado de nexos con esta organización, y apodado “el García Luna de Adán Augusto,” ha reavivado las sospechas de que el clan López Obrador operó en un entorno de impunidad que favoreció al crimen.
Sheinbaum: Entre el combate y las acusaciones de complicidad
Claudia Sheinbaum heredó un país donde el crimen organizado no solo controla territorios, sino que ha permeado esferas políticas. Su administración ha mostrado avances, como un aumento del 30% en decomisos de narcóticos y una reducción del 25% en la tasa de homicidios en 2025, según datos oficiales. Sin embargo, su postura frente al narcotráfico ha sido cuestionada por su ambigüedad. Hace unos días, el abogado de Ovidio Guzmán, preso en Estados Unidos, acusó a Sheinbaum de “proteger a los narcos” al no actuar con firmeza contra figuras de Morena señaladas por vínculos con el crimen. Esta declaración resonó en redes sociales, donde usuarios han criticado que “Sheinbaum combate el narco con una mano y con la otra defiende a los amigos de AMLO.”
La presidenta enfrenta una oportunidad única: varios capos mexicanos, como Ovidio Guzmán y otros líderes del Cártel de Sinaloa, están presos en Estados Unidos y colaborando con la justicia de ese país. Esta cooperación podría exponer redes de complicidad que alcanzan a políticos de Morena y al entorno de AMLO, incluyendo a figuras como “Pepín” López Obrador o incluso Pío López Obrador, cuya aparición en videos recibiendo dinero en efectivo en 2015 sigue generando sospechas de financiamiento ilícito. Entregar a estos actores a la justicia sería un golpe audaz para Sheinbaum, una oportunidad para desmarcarse del clan López Obrador y demostrar que su gobierno no tolerará la impunidad.
Sin embargo, su reticencia a confrontar directamente a los aliados de AMLO sugiere que el clan sigue ejerciendo presión. “Sheinbaum no puede gobernar tranquila porque cada paso que da es vigilado por el obradorismo,” señaló un analista en X. La percepción de que protege a los leales a AMLO, como Adán Augusto o “Andy” López Beltrán, alimenta las acusaciones de complicidad. Por ejemplo, la falta de investigaciones profundas sobre los contratos millonarios de Pemex otorgados a Felipa Guadalupe Obrador Olán, prima de AMLO, o las candidaturas cuestionables de Manuela Obrador Narváez, refuerzan la idea de que Sheinbaum está atada a un sistema que prioriza la lealtad sobre la justicia.
Un dilema histórico: limpiar o encubrir
Sheinbaum está en una encrucijada. Por un lado, puede aprovechar la información que los capos mexicanos están proporcionando en Estados Unidos para desmantelar redes de corrupción y crimen vinculadas a Morena y al clan López Obrador. Esto no solo fortalecería su credibilidad, sino que le permitiría librarse de la influencia de un grupo que, con sus escándalos y declaraciones, genera un ruido constante que socava su liderazgo. Por otro lado, si opta por mantener el statu quo, ignorando estas acusaciones y protegiendo a los aliados de AMLO, corre el riesgo de ser percibida como cómplice, perpetuando la narrativa de que su gobierno es una extensión del obradorismo.
El tiempo apremia. Mientras el crimen organizado sigue cobrando vidas y el huachicol y las desapariciones permanecen como heridas abiertas, Sheinbaum debe decidir si prioriza la justicia o la lealtad. Cada día que pasa sin una acción contundente contra los presuntos vínculos entre el clan López Obrador y el crimen, su mandato se debilita. México espera una presidenta que no solo combata al narco, sino que también se atreva a cortar las ataduras con un pasado que, lejos de ser un legado, se ha convertido en una carga.
Un legado que ahoga la autonomía
La influencia de AMLO y su clan no solo se manifiesta en cargos políticos, sino en la narrativa pública. Cada declaración de “Pepín,” cada movimiento de “Andy” en Morena, y cada escándalo asociado a Pío o a las primas de AMLO reavivan el debate sobre el nepotismo y la corrupción, temas que el ex presidente prometió erradicar. “En Morena discuten reglas contra el nepotismo, pero en primera fila están el hermano y el hijo de López Obrador,” ironizó un usuario en X, resumiendo el sentir de quienes ven hipocresía en el discurso de la 4T.
Sheinbaum, consciente de esta dinámica, ha minimizado las críticas, insistiendo en que su relación con AMLO es de respeto mutuo y que su gobierno es autónomo. Sin embargo, el constante ruido generado por el clan López Obrador la obliga a navegar un terreno minado. Sus logros, como la reducción del 25% en la tasa de homicidios y el impulso a programas como la Pensión Mujeres Bienestar, se diluyen ante la percepción de que no puede desprenderse del legado de AMLO. La presidenta parece atrapada entre honrar la Cuarta Transformación y construir su propio camino, mientras el ex presidente y su entorno se niegan a ceder el protagonismo.
Un mandato bajo asedio
Claudia Sheinbaum enfrenta un dilema histórico: consolidar su liderazgo sin traicionar el proyecto que la llevó al poder, pero también sin permitir que la influencia de AMLO y su clan la relegue a un papel secundario. La familia López Obrador, con sus cargos, escándalos y declaraciones, sigue activa, sin importar que este es el tiempo de Sheinbaum. Mientras México observa, la presidenta debe encontrar la forma de acallar el ruido y demostrar que puede gobernar con independencia. De lo contrario, el legado de AMLO, lejos de ser un cimiento, podría convertirse en una losa que sepulte sus aspiraciones de dejar una huella propia.