Análisis: ¿Culpar al pasado o enfrentar el presente? Bedolla señala a Calderón y Peña, pero olvida el sangriento legado de AMLO en Michoacán
El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla acusó a los ex presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto de fallar en seguridad, al presentar el Plan Michoacán de Claudia Sheinbaum como alternativa
Morelia, Michoacán.- En un clásico movimiento de distracción política, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla ha revivido fantasmas del pasado para justificar el caos actual en Michoacán. Durante una conferencia de prensa el lunes, el mandatario morenista apuntó directamente a las administraciones de Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), acusándolos de haber implementado estrategias de seguridad que “fallaron estrepitosamente” y que son las raíces de la crisis que azota al estado. Pero, ¿es esto un análisis honesto o una cortina de humo para evadir responsabilidades propias?
Bedolla no escatimó en críticas: “Esos modelos no resolvieron nada”, afirmó, refiriéndose al lanzamiento de la guerra contra el narcotráfico por Calderón en 2006 –que inició precisamente en Michoacán con el envío de miles de militares– y a las reformas estructurales de Peña Nieto, incluyendo la creación de la Gendarmería Nacional en 2014. Según el gobernador, estos enfoques fueron puramente reactivos y militarizados, sin atender las causas sociales de la violencia.
En contraste, alabó el nuevo “Plan Michoacán” anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum. ¿Qué lo hace “distinto”? Bedolla lo resumió en tres pilares: un enfoque “sensible” que prioriza el desarrollo social, la realización de 20 reuniones en una sola semana con autoridades federales y locales, y un “seguimiento constante” a través de mesas de coordinación. “No es solo represión, es inteligencia y prevención”, insistió.
Contexto histórico: De la guerra fallida a la escalada actual
Para entender el señalamiento de Bedolla, hay que retroceder. La operación michoacana de Calderón en diciembre de 2006 marcó el inicio de una estrategia nacional que, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), disparó los homicidios dolosos en el país de 10,452 en 2006 a 33,341 en 2018, el año más violento hasta entonces. En Michoacán específicamente, el nacimiento de grupos como La Familia Michoacana y su escisión, Los Caballeros Templarios, generó una fragmentación del crimen organizado que persiste.
Bajo Peña Nieto, pese a la captura de líderes como Servando Gómez “La Tuta” en 2015, la violencia no cedió. El SESNSP reporta que Michoacán cerró 2018 con 1,842 homicidios dolosos, un pico histórico en ese momento. La Gendarmería, con 5,000 elementos desplegados inicialmente, fue criticada por expertos como un “elefante blanco” que no impactó significativamente en los indicadores de seguridad.
Pero aquí viene el elefante en la habitación que Bedolla convenientemente ignoró: el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024). Lejos de ser un punto de inflexión, Michoacán duplicó sus niveles de violencia extrema durante este periodo. Según el SESNSP:
2018: 1,842 homicidios dolosos.
2023: 2,157 homicidios dolosos (el año más alto registrado).
Acumulado 2018-2023: Más de 11,000 homicidios, superando con creces los totales de los sexenios anteriores en el estado.
Además, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirma que en 2023 Michoacán ocupó el quinto lugar nacional en tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes (45.5), solo por detrás de Colima, Guanajuato, Baja California y Chihuahua. La estrategia de “abrazos, no balazos” –promovida por AMLO y continuada inicialmente por Sheinbaum– no incluyó despliegues masivos de fuerza federal en la entidad, priorizando en su lugar programas sociales como Sembrando Vida, que han sido cuestionados por su falta de impacto en la contención del crimen organizado.
Análisis: ¿Estrategia nueva o más de lo mismo?
El Plan Michoacán de Sheinbaum promete 10 acciones clave, incluyendo el fortalecimiento de la Guardia Nacional (con 3,200 elementos adicionales anunciados), inversión en infraestructura carretera y programas de bienestar. Sin embargo, analistas como el experto en seguridad Alejandro Hope, del think tank México Evalúa, advierten que esto suena a un refrito: “Es la misma mezcla de militarización light y asistencialismo que vimos con AMLO, pero con más reuniones para foto”.
Lo “sensible” que pregona Bedolla choca con la realidad en el terreno. En lo que va de 2025, hasta octubre, el SESNSP registra ya 1,812 homicidios en Michoacán –un ritmo que podría superar el récord de 2023 si no hay cambios drásticos–. Municipios como Zamora, Uruapan y Apatzingán siguen dominados por disputas entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y remanentes de Los Viagras, con masacres semanales que incluyen decapitaciones y fosas clandestinas.
Bedolla, en el poder desde 2021, ha visto cómo su administración acumula críticas por inacción. Organismos como el Observatorio Ciudadano de Michoacán reportan un aumento del 28% en extorsiones y secuestros entre 2021 y 2024, datos corroborados por la Fiscalía General del Estado.
¿Hacia dónde va Michoacán?
Culpar a Calderón y Peña es fácil; ambos sexenios dejaron un legado de fragmentación criminal que nadie ha revertido. Pero evadir el desastre del morenismo –del que Bedolla forma parte– es intelectualmente deshonesto. El Plan Michoacán podría ser un paso adelante si incluye métricas claras de éxito (reducción de al menos 20% en homicidios en el primer año, por ejemplo) y auditorías independientes. Por ahora, las 20 reuniones en una semana suenan más a burocracia que a solución.
Los michoacanos merecen más que discursos. Merecen resultados. Y mientras el gobernador mira al retrovisor, la violencia acelera en el presente.



