Andy y María Luisa: La pareja responsable de la derrotas de Morena; el dedo de Palacio Nacional tambalea
Morena sufrió un revés en Durango, donde su candidato, José Ramón Enríquez, quedó en tercer lugar.
CDMX.— En un país donde la política es un juego de ajedrez con piezas trucadas, Morena se llevó un jaque que nadie en Palacio Nacional vio venir. Luisa María Alcalde, la joven dirigente nacional del partido, y Andrés Manuel López Beltrán, el hijo presidencial que juega a estratega como secretario de Organización, apostaron todo a una ambiciosa cruzada: afiliar a diez millones de nuevos militantes en apenas ocho meses. El plan era mostrar músculo, consolidar la hegemonía de la 4T y pavimentar el camino para el control del Poder Judicial en las elecciones del 1 de junio. Pero la realidad les dio un sopapo: los resultados fueron un fiasco rotundo.
La elección para renovar la mitad del Poder Judicial, una jugada maestra que Morena vendió como la democratización de la justicia, apenas logró movilizar a 13 millones de votantes. ¡Trece millones! Una cifra que no solo se quedó corta frente a los 20 millones que Palacio Nacional esperaba con ansias, sino que palidece ante los 17 millones que participaron en la consulta de revocación de mandato de 2022. ¿Dónde quedó el fervor de la "transformación"? Parece que la base morenista, esa que llenaba plazas en los mítines de AMLO, no respondió al llamado.
El golpe más duro llegó desde Durango, un estado que Morena soñaba con teñir de guinda. Su candidato, José Ramón Enríquez, no solo perdió, sino que quedó humillado en un lejano tercer lugar. Ni la intervención directa de López Beltrán, ni el apoyo de su aliado Ricardo Peralta —un exfuncionario con más sombras que luces— pudieron salvar la jugada. Alcalde, en un intento de lavarse las manos, señaló al gobernador priista Esteban Villegas, acusándolo de orquestar una “elección de Estado”. Pero el tiro le salió por la culata: la organización Defensorxs, con datos en mano, documentó irregularidades graves del lado morenista, incluyendo compra de votos y coerción de funcionarios a nivel nacional. ¡Vaya manera de predicar la honestidad!
En Veracruz, el descalabro fue aún más escandaloso. Morena perdió 45 municipios en comparación con 2022, un retroceso que la gobernadora Rocío Nahle, con la cara larga, tuvo que admitir como “tropiezos”. Dentro del partido, las críticas llueven como granizo. La centralización de recursos en las manos de Alcalde y López Beltrán dejó a las estructuras locales con las manos atadas, sin capacidad para movilizar votantes. Mientras tanto, la elección judicial no solo expuso las costuras de Morena, sino que dejó a López Beltrán en la cuerda floja. Su imagen como operador electoral, que alguna vez quiso venderse como infalible, se desmorona más rápido que un castillo de naipes.
Y como si el ridículo no fuera suficiente, López Beltrán optó por un movimiento digno de un culebrón: borró sus fotos de redes sociales. ¿El motivo? Rumores de pactos electorales con figuras de la 4T y señalamientos de vínculos con personajes turbios que lo tienen en el ojo del huracán. En un país donde la transparencia es solo un eslogan, eliminar evidencia digital no es precisamente un gesto de inocencia.
Morena, el partido que prometió cambiar México, se tambalea ante su propia incapacidad para conectar con el electorado. La dupla Alcalde-L Dedazos se aferró a la idea de un “partido del pueblo”, pero el pueblo, al parecer, no estaba tan convencido. ¿Será este el principio del fin de la hegemonía guinda? Lo que sí es seguro es que en Palacio Nacional están haciendo cuentas, y los números no les están dando risa.