BARRERAS Y PROTESTAS: La CNTE, el gobierno y el juego de las vallas en el Zócalo
Jóvenes desafían al régimen con aerosol; maestros intentan derribar barreras metálicas ante movilizaciones anunciadas para el 15 de noviembre
CDMX.- Mientras la Generación Z desafía al régimen con aerosol y mensajes directos, otro frente de protesta se libra en las calles de la Ciudad de México. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ha intentado, sin éxito, derribar las vallas metálicas que blindan el Palacio Nacional, un símbolo del poder presidencial que, en los últimos días, ha sido fortificado ante la cercanía de movilizaciones anunciadas para el 15 de noviembre de 2025. El video difundido muestra a un grupo de maestros, algunos con megáfonos en mano, forcejeando con las estructuras metálicas, mientras otros observan o documentan la escena. La imagen es clara: un muro físico que separa al gobierno de quienes lo cuestionan, pero también un muro simbólico que refleja la distancia entre el poder y la ciudadanía.
Desde el 11 de noviembre, el Zócalo capitalino amaneció rodeado de vallas de tres metros de altura, una medida tomada ante la expectativa de la “Marcha de la Generación Z” y otras protestas, como la de “La Sombreriza”, que busca justicia por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. La CNTE, por su parte, ha anunciado un paro nacional para los días 13 y 14 de noviembre, con movilizaciones que pretenden presionar al gobierno federal por mejores condiciones laborales y educativas. Sin embargo, el intento de derribar las vallas no solo es un gesto de frustración, sino también una declaración de impotencia frente a un régimen que parece preferir el blindaje físico a la diálogo político.
El contexto es crucial. México vive un momento de polarización social y política, donde la violencia, la corrupción y la impunidad han alcanzado niveles críticos. La pintada “NARCOESTADO” en el Palacio Nacional, realizada por jóvenes de la Generación Z, y el forcejeo de la CNTE con las vallas son dos caras de la misma moneda: el descontento ciudadano contra un sistema que, según muchos, no solo tolera sino que fomenta estas dinámicas. El gobierno, por su parte, ha respondido con medidas de seguridad que más bien parecen tácticas de contención, ignorando las raíces profundas de las protestas.
La pregunta que surge es inevitable: ¿qué busca realmente el gobierno con estas vallas? ¿Protegerse de la crítica o evitar el diálogo? Mientras los maestros intentan derribar barreras físicas, el régimen parece erigir barreras políticas, sociales y económicas que alejan cada vez más a la ciudadanía de sus representantes. El 15 de noviembre será un día clave, no solo por las marchas anunciadas, sino porque podría marcar un punto de inflexión en cómo el poder responde a las demandas de una sociedad cada vez más fracturada. Mientras tanto, el aerosol y las vallas seguirán siendo los símbolos de una lucha que, por ahora, parece lejos de resolverse.



