Cebollas al asfalto: El grito de los campesinos zacatecanos que el gobierno ignora
Productores denuncian que reciben hasta 50 centavos por kilo, mientras los supermercados lo venden a 30 o 40 pesos
Zacatecas.- En las casetas de cobro de Calera, Zacatecas, la escena es desoladora: toneladas de cebollas rojas esparcidas por el pavimento, mientras un grupo de campesinos observa con frustración. No es un accidente ni un acto de vandalismo; es una protesta desesperada contra los precios de miseria que reciben por su cosecha. A 50 centavos el kilo, el esfuerzo de meses de trabajo se traduce en pérdidas irreparables.
Los productores denuncian que los intermediarios y las condiciones del mercado los estrangulan, mientras los supermercados venden la cebolla a 30 o 40 pesos el kilo. La brecha es abismal, y el gobierno, lejos de intervenir, parece ausente. Esta no es la primera vez que los campesinos recurren a gestos extremos para hacerse escuchar. En mayo, lanzaron cebollas al Congreso local, pero las promesas de apoyo se diluyen en discursos vacíos.
El problema no es nuevo. Zacatecas, un estado clave en la producción agrícola, enfrenta una crisis estructural. Los bajos precios, combinados con el aumento de costos en insumos como la energía eléctrica –donde la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha sido señalada por tarifas que agobian a los productores–, han llevado a los campesinos al límite. Bloquean carreteras, tiran su mercancía al suelo, porque sienten que no les queda otra opción.
Este no es solo un problema local. A nivel nacional, el sector agrícola ha sido históricamente vulnerable a las fluctuaciones del mercado y a la falta de políticas efectivas. Mientras tanto, el gobierno de Claudia Sheinbaum, que prometió un enfoque humanista, parece más ocupado en otras batallas que en resolver la crisis del campo. La pregunta es clara: ¿cuánto más deben perder los campesinos para que sus voces sean escuchadas?
La cebolla en el asfalto no es solo un desperdicio; es un grito de auxilio que exige respuestas urgentes. Si no las hay, el precio lo pagarán no solo los productores, sino también los consumidores, cuando el desabasto y el encarecimiento de los alimentos se vuelvan inevitables.



