Corte mexicana frena a la IA: Sin derechos de autor para obras generadas por máquinas
La SCJ resolvió que las creaciones generadas por inteligencia artificial, como "Avatar Virtual", no pueden registrarse como propiedad intelectual, al no cumplir con el requisito de autoría humana
CDMX.- La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) acaba de dar un mazazo a las pretensiones de registrar creaciones de inteligencia artificial como propiedad intelectual en México. En una resolución unánime del 28 de agosto de 2025, la Segunda Sala negó un amparo a Gerald García Báez, quien buscaba proteger "Avatar Virtual", una obra digital hecha con la plataforma Leonardo AI. El fallo es claro: el derecho de autor es un privilegio humano, ligado a la creatividad, el intelecto y la originalidad personal, no a algoritmos.
El caso surgió en 2024, cuando el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor) rechazó el registro por no cumplir con la Ley Federal del Derecho de Autor, que exige autoría humana. García impugnó ante el Tribunal Federal de Justicia Administrativa y luego en amparo directo (6/2025), alegando discriminación y violaciones a tratados como el T-MEC y el Convenio de Berna. Pero la Corte lo desechó: la IA no es "persona física", y su "creatividad" autónoma no califica como expresión humana. Esto alinea con precedentes internacionales, como en EE.UU., donde la Oficina de Copyright ha negado protección a obras puramente generadas por IA, insistiendo en el "elemento humano" mínimo.
Críticamente, este precedente protege a artistas tradicionales de la competencia desleal de herramientas como Midjourney o ChatGPT, que reciclan datos masivos sin verdadera innovación. Pero también plantea dilemas: ¿qué pasa con obras híbridas, donde un humano guía la IA? El fallo no lo aclara del todo, dejando grietas para futuros litigios. En un mundo donde la IA inunda el mercado creativo, México opta por priorizar lo humano, aunque podría frenar avances tecnológicos. Como dice el Indautor, es un derecho humano, no una mercancía digital. En resumen, un paso conservador que invita a repensar cómo la ley evoluciona con la tecnología.