Culiacán bajo fuego: Ataque armado en Culiacán hiere a escoltas de la nieta de Rocha Moya
Un intento de robo vehicular en el bulevar Jesús Kumate dejó dos agentes heridos y un autobús baleado, sin daños a la menor
Culiacán.- En el corazón de la violencia que no da tregua en Sinaloa, un ataque armado sacudió ayer la salida sur de Culiacán, dejando en evidencia las grietas de la seguridad en un estado donde el poder y el crimen se entrecruzan de forma inquietante. Alrededor de las 6:00 p.m., en el bulevar Jesús Kumate, un grupo de sujetos abrió fuego contra una camioneta escoltada, en lo que las autoridades describen como un intento de robo vehicular. Pero el detalle que eriza la piel: a bordo viajaba la nieta del gobernador Rubén Rocha Moya, bajo la protección de agentes estatales asignados a su familia.
La Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa (SSP) confirmó los hechos con celeridad: dos escoltas resultaron heridos, pero afortunadamente, la menor y los ocupantes de un autobús cercano –que también terminó acribillado– escaparon ilesos. Rocha Moya, en un comunicado breve pero cargado de alivio, reiteró que su nieta está a salvo, mientras que el secretario federal de Seguridad, Omar García Harfuch, quien se reunió con él horas antes, resaltó logros en el control del territorio: más de 1,500 detenciones y el desmantelamiento de 100 laboratorios clandestinos en el último año. Números que suenan a victoria en papel, pero que contrastan brutalmente con la realidad cotidiana.
Para entender esto, hay que retroceder al laberinto de Sinaloa, cuna de capos y epicentro de la disputa entre facciones del Cártel de Sinaloa tras la captura de “El Chapo” Guzmán. La familia Rocha Moya no es ajena: la hija del gobernador, Eneyda Rocha Ruiz –presidenta del DIF estatal–, ha sido blanco de amenazas veladas en un contexto donde más de 1,800 personas han desaparecido en el estado en los últimos años, según registros independientes. ¿Fue este un robo oportunista, como insiste la SSP, o un mensaje calculado contra el poder local? La línea entre delincuencia común y guerra de cárteles se difumina en Culiacán, donde los balazos no distinguen entre civiles y protegidos.
Este incidente no solo expone la vulnerabilidad de las élites políticas, sino que cuestiona la efectividad de las estrategias de seguridad. Mientras Harfuch presume reducciones en homicidios, un autobús baleado en plena vía pública recuerda que la paz es frágil. Sinaloa clama por más que estadísticas: urge una introspección sobre cómo el Estado protege a los suyos sin que el terror se cuele en las puertas de Palacio.