Denuncia explosiva: ¿Órdenes para mirar al otro lado en el AICM?
Guardia Nacional denuncia órdenes de “no hacer nada” en el AICM; acusa al comisionado Marino Montaño
CDMX.- Un video que circula como reguero de pólvora en redes sociales ha puesto en jaque la estrategia de seguridad del gobierno. En él, un oficial de la Policía Federal de la Guardia Nacional, grabado en las oficinas del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), arremete directamente contra su superior, el comisionado Francisco Javier Marino Montaño. Con el uniforme impecable y la voz quebrada por la frustración, el agente revela que desde el arranque de la administración de Marino —un cercano de Omar García Harfuch, flamante secretario de Seguridad— recibieron la instrucción clara: “No hagamos nada”. Ni revisiones a personas, ni decomisos, nada. Y todo mientras el aeropuerto, el más transitado de Latinoamérica con 50 millones de pasajeros al año según datos de la SCT, se ha convertido en ruta preferida para el narco.
El contexto no podría ser más delicado. Harfuch, exjefe de policía capitalino y ahora al mando de la seguridad nacional bajo Claudia Sheinbaum, prometió una “nueva era” contra la impunidad. Sin embargo, este testimonio contradice esa narrativa. Marino Montaño, designado comisionado en noviembre, ha sido señalado en círculos policiacos por priorizar la “sumisión” sobre la acción, según el propio oficial. Y no es un secreto: el AICM ha registrado al menos 15 decomisos de droga en 2025, con 200 kilos de cocaína y metanfetaminas incautados solo en el último trimestre, según Estadísticas de la Fiscalía General. Armas también: un cargamento de pistolas desmantelado en septiembre alerta sobre la porosidad del sitio, clave para el lavado de dinero y el tráfico transfronterizo.
Esta filtración llega en el peor momento, a meses del Mundial 2026 que México coorganizará. ¿Es negligencia o algo peor, como protección a intereses ocultos? La respuesta de Harfuch, silenciada hasta ahora, definirá si su “estrategia integral” es humo o sustancia real. Mientras, el oficial —valiente o imprudente— arriesga su carrera por alzar la voz en un sistema que, históricamente, castiga más al mensajero que al mensaje.



