El grito de un padre en medio de la crisis de desaparecidos en México: 'Aunque sea un huesito para sepultar'
Para Hernández y miles más, la búsqueda no termina, pero su doloroso clamor resuena como un recordatorio de la deuda histórica que México tiene con sus desaparecidos
CDMX.- En un acto cargado de dolor y esperanza, Gustavo Hernández, padre y miembro del Colectivo 10 de Marzo, se unió a otras familias para hacer un llamado público a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, y a la presidenta Claudia Sheinbaum. Su súplica, capturada en una imagen que muestra a Hernández sosteniendo una fotografía de su hijo desaparecido, no podría ser más desgarradora: “Aunque sea un huesito para darles cristiana sepultura”. Este clamor refleja la desesperación de miles de familias que buscan a sus seres queridos en un país donde las fosas clandestinas son una realidad cotidiana. Tan solo en las primeras semanas de 2025, fiscales locales y grupos de búsqueda reportaron el hallazgo de más de 40 fosas en Casas Grandes, Chihuahua, y 16 en Río Verde, San Luis Potosí.
La crisis de desapariciones forzadas en México no es nueva; tiene raíces profundas que se remontan a décadas atrás. Un informe de Human Rights Watch publicado en 2020 documentó 149 casos de desapariciones forzadas entre 2006 y 2012, durante el sexenio de Felipe Calderón, muchas de ellas con evidencia de la participación de agentes del Estado. Este periodo marcó un punto de inflexión, cuando la estrategia militarizada contra el crimen organizado desató una ola de violencia que aún no cesa. Desde entonces, el problema no ha hecho más que agravarse: entre 2006 y 2018, México registró más de 150,000 homicidios, y para 2020, el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno contabilizó 357,000 personas desplazadas internamente por la violencia.
El Colectivo 10 de Marzo, con base en Sonora, ha sido una voz incansable en la lucha por visibilizar esta tragedia. En agosto de 2024, su representante Delia Quiroa declaraba durante una protesta de 14 noches frente a Palacio Nacional: “México no está en paz”. Aquella movilización buscaba presionar al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador para que atendiera las demandas de las familias, pero los resultados fueron escasos. Ahora, bajo la administración de Sheinbaum, las críticas hacia el gobierno no han disminuido. En marzo de 2025, más de 150 colectivos de búsqueda emitieron una carta abierta en la que cuestionaron las reformas propuestas por la presidenta, como el uso del número CURP para rastrear a personas desaparecidas. Los colectivos argumentan que esta medida, similar a iniciativas fallidas de la era de Calderón, no ataca las causas estructurales del problema y desoye demandas históricas, como la creación de un Banco Nacional de Datos Forenses, cuya implementación lleva años de retraso.
La opacidad oficial agrava aún más la situación. Desde mediados de 2023, el gobierno federal dejó de publicar estadísticas detalladas sobre fosas clandestinas, a pesar de los hallazgos continuos por parte de colectivos y autoridades locales. Ni el Ministerio del Interior ni la Fiscalía General de la República han actualizado sus cifras desde entonces, dejando a México sin un registro oficial claro sobre la magnitud de esta crisis. Mientras tanto, datos históricos muestran la profundidad del problema: un análisis de 2017 realizado por la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas y académicos en Nuevo León reveló que el 47% de las desapariciones en el estado involucraban a autoridades estatales, y un alarmante 91% de las víctimas no tenía vínculos con el crimen organizado, desmontando el discurso oficial que a menudo estigmatiza a los desaparecidos.
En este contexto, familias como la de Gustavo Hernández siguen buscando respuestas, enfrentándose no solo a la indiferencia gubernamental, sino también a un entorno de violencia incesante. Las imágenes de fosas, los testimonios de padres y madres, y las cifras que se acumulan año tras año pintan un retrato devastador de un país que no ha sabido, o no ha querido, detener esta tragedia. Para Hernández y miles más, la búsqueda no termina, pero su doloroso clamor resuena como un recordatorio de la deuda histórica que México tiene con sus desaparecidos: justicia, verdad y, al menos, un hueso que les permita despedirse.