¿El ojo vigilante de ICE? EE.UU. avanza hacia una vigilancia biométrica sin límites
El DHS adquirió sistemas biométricos de Bi² Technologies para identificar personas en segundos, enfocándose en operaciones migratorias
EU.- En un movimiento que evoca distopías orwellianas, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS) ha anunciado la adquisición de tecnología de escaneo biométrico de iris de la empresa Bi² Technologies, destinada a potenciar las operaciones de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Esta herramienta, que permite identificar a personas en segundos desde distancias considerables usando un simple teléfono móvil, promete eficiencia en el control migratorio, pero despierta alarmas sobre privacidad y abuso de poder.
El anuncio, publicado el 6 de agosto de 2025 en el portal oficial SAM.gov, detalla un contrato de compra exclusiva por 12 meses para licencias de sistemas como I.R.I.S. (Iris Recognition Identification System) y MORIS (Mobile Offender Recognition and Information System). Según Bi² Technologies, estos dispositivos capturan imágenes del iris sin contacto físico, cruzándolas con bases de datos federales para una identificación remota e instantánea. ICE, agencia creada en 2003 tras los atentados del 11-S y responsable de deportaciones y control fronterizo, ya usa biometría como huellas dactilares en su sistema IDENT, pero este paso eleva la vigilancia a un nivel más invasivo.
En contexto, EE.UU. ha expandido su arsenal biométrico bajo administraciones tanto demócratas como republicanas, con ICE deportando a más de 142.000 personas en 2024, según datos oficiales del DHS. La tecnología de iris, considerada una de las más precisas por su estabilidad a lo largo de la vida, se justifica como herramienta contra el crimen transfronterizo y el tráfico humano. Sin embargo, críticos como la ACLU advierten que podría extenderse más allá de migrantes, creando un "panóptico digital" donde cualquier ciudadano sea escaneable sin consentimiento, similar a sistemas chinos que Washington critica por violar derechos humanos.
Analíticamente, los beneficios son claros: agiliza operativos en fronteras saturadas, reduciendo tiempos de detención. Pero los riesgos superan: sin marcos legales estrictos, podría habilitar perfiles raciales o vigilancia masiva, exacerbando desigualdades en comunidades latinas y afroamericanas, que representan el 80% de deportados. En un país que se jacta de libertades, este avance huele a hipocresía: ¿seguridad o control totalitario disfrazado? El debate apenas comienza, pero el iris de millones ya está en la mira.