El olvido que mata: La trágica realidad de una osezna abandonada en el zoológico La Pastora
Activistas exigen rescate del animal mientras autoridades de Nuevo León enfrentan críticas por negligencia
Nuevo León.- En el corazón de Nuevo León, el Zoológico La Pastora se ha convertido en el escenario de una denuncia que pone en entredicho no solo su gestión, sino también la responsabilidad de las autoridades frente al bienestar animal. Una osezna, víctima de sarna y desnutrición, yace en un rincón de su encierro, con su pelaje reducido a parches y su cuerpo debilitado por la negligencia. Las imágenes, difundidas en redes sociales, no solo conmueven, sino que exigen respuestas.
El parque, inaugurado en 1985 con la promesa de preservar especies y educar a la comunidad, parece haber fallado estrepitosamente en su misión. Según activistas locales, la osezna ha sido abandonada a su suerte, y pese a las peticiones para permitir su rescate y tratamiento, las autoridades han mostrado una burocracia que bordea la indiferencia. La sarna, una enfermedad tratable con medicamentos como el fluralaner, según estudios recientes, no ha sido abordada de manera efectiva, dejando al animal en un estado crítico.
Este caso no es aislado. En los últimos años, el zoológico ha sido criticado por condiciones deficientes, mientras que el gobierno estatal, bajo la administración de Samuel García, ha sido señalado por priorizar proyectos de imagen sobre el bienestar animal. La pregunta que surge es inevitable: ¿cómo es posible que un espacio destinado a la conservación se transforme en un escenario de sufrimiento?
La indignación en redes sociales ha sido inmediata, y no es para menos. La osezna no solo representa a un individuo en peligro, sino a un sistema que falla en proteger a quienes no pueden defenderse. Mientras las autoridades dilatan, el tiempo corre en contra de este animal, y con él, la oportunidad de rectificar un error que mancha la reputación de un zoológico que debería ser un refugio, no una condena.
La esperanza ahora recae en la presión ciudadana y en la posibilidad de que organizaciones especializadas puedan intervenir. Sin embargo, el daño ya está hecho, y el mensaje es claro: el abandono no es solo un acto de omisión, sino una sentencia. ¿Cuántos más deben sufrir antes de que las jaulas se abran?.