El Tren Maya, un ecocidio anunciado: Bárcena reconoce daños a cavernas y cenotes en Quintana Roo
La titular de Semarnat admitió afectaciones en al menos ocho sitios subterráneos del Tramo 5, tras años de denuncias ambientales
CDMX.- En una comparecencia que más bien parece un tardío reconocimiento de lo inevitable, Alicia Bárcena, titular de la Semarnat, admitió lo que activistas y expertos llevan años denunciando: el Tramo 5 del Tren Maya ha dañado al menos ocho cavernas y cenotes en Quintana Roo. “Hemos estado trabajando en la limpieza y retiro de concreto de la obra”, dijo, como si esas palabras pudieran borrar el impacto de un proyecto que, desde su inicio, ha sido un catálogo de desatinos ambientales.
El dato no es menor. Estamos hablando de un tramo que atraviesa una de las regiones más frágiles y valiosas del país, donde el suelo kárstico y los sistemas subterráneos de agua son esenciales no solo para la biodiversidad, sino también para las comunidades locales que dependen de ellos. Sin embargo, esta admisión llega después de años de negacionismo, de promesas vacías sobre “no tumbar un solo árbol” y de un silencio cómplice ante las evidencias que se acumulaban.
Bárcena mencionó que el 45% de las obras relacionadas con el impacto ambiental ya están regularizadas, pero eso no mitiga el hecho de que el daño ya está hecho. ¿De qué sirve “presionar” para cumplir con el 95% de las condicionantes del impacto ambiental si el proyecto ya ha fracturado ecosistemas irremplazables? La realidad es que este tren, más que un medio de transporte, se ha convertido en un símbolo de la improvisación y la corrupción que caracterizaron al gobierno de López Obrador.
No olvidemos que el Tramo 5, en particular, fue objeto de múltiples alertas. Organizaciones como Cenotes Urbanos y Sélvame del Tren documentaron cómo la construcción perforó cavernas y contaminó acuíferos, afectando no solo la flora y fauna, sino también el patrimonio cultural de la región. Incluso el Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza calificó el proyecto como un ecocidio, una palabra que no debería tomarse a la ligera.
Ahora, con Bárcena al frente de la Semarnat, nos encontramos con un discurso que busca maquillar el desastre. Hablar de “limpieza” y “retiro de concreto” suena más a un intento de lavar la imagen que a una solución real. Porque, ¿cómo se repara un daño que, según expertos, podría tardar décadas en mitigarse, si es que eso es posible?
Este no es solo un problema ambiental; es un fracaso de planificación y una lección sobre los peligros de priorizar caprichos políticos sobre la ciencia y el bienestar colectivo. La pregunta que queda en el aire es: ¿qué sigue? ¿Más palabras vacías o acciones concretas para reparar, al menos en parte, el daño causado? Porque, mientras tanto, la selva y sus tesoros subterráneos siguen pagando el precio de una obra que nunca debió ser.