Estudiantes del CIDE encaran a Noroña por caso Teuchitlán; senador morenista los llama mentirosos y huye de la conferencia
Los estudiantes del CIDE llegaron preparados. Frente al presidium, colocaron pares de zapatos como símbolo de los cientos hallados en el Rancho Izaguirre.
CDMX.- La conferencia del senador Gerardo Fernández Noroña en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) este lunes prometía ser un espacio de reflexión sobre “Las reformas desde la izquierda”. En cambio, se convirtió en un campo de batalla verbal que expuso, una vez más, las fisuras entre el discurso oficial de la Cuarta Transformación y las demandas de una sociedad hastiada por la impunidad y la ambigüedad frente a la crisis de desapariciones en México. El detonante: la polémica postura del legislador sobre el caso de Teuchitlán, Jalisco, un asunto que ha puesto a prueba la credibilidad del gobierno y de figuras como Noroña, conocido por su estilo confrontativo y su defensa férrea del proyecto obradorista.
Los estudiantes del CIDE llegaron preparados. Frente al presidium, colocaron pares de zapatos como símbolo de los cientos hallados en el Rancho Izaguirre, un predio que el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco ha señalado como posible campo de exterminio ligado al crimen organizado. La protesta no era improvisada: respondía a las declaraciones previas de Noroña, quien había puesto en duda que esos objetos pertenecieran a personas desaparecidas. “Estos no son zapatos de desaparecidos”, soltó el senador al inicio, en un tono que oscilaba entre la burla y el desafío. La respuesta estudiantil fue inmediata: pancartas, gritos y cuestionamientos directos que lo acusaban de minimizar una tragedia nacional.
“No voy a evadir la protesta que, desde mi punto de vista, está presentándose por desinformación y tergiversación de declaraciones que yo hice. Ahí están mis zapatos y esos no son de un desaparecido. Aquí estoy haciendo frente a esta reunión”.
El intercambio escaló rápido. Un estudiante lo encaró con precisión: “Usted fue muy sagaz, muy astuto señalando que los zapatos que están ahí enfrente no son de ningún desaparecido, que son de estudiantes de aquí”. Y añadió un golpe duro: “No lo dijo Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto, sino las madres buscadoras de Jalisco”. Era un recordatorio ineludible de que las acusaciones sobre Teuchitlán no vienen de la oposición tradicional, sino de las víctimas mismas, esas madres que desde hace años excavan la tierra en busca de sus hijos. Noroña, visiblemente irritado, replicó: “Yo no fui sagaz y fui cuidadoso. Me llama la atención que en todos esos carteles que traen no haya un solo señalamiento contra el alcalde de Teuchitlán, no haya un solo señalamiento de ustedes al fiscal de Jalisco”. Su argumento buscaba desviar la responsabilidad hacia autoridades locales, pero no respondió al fondo: ¿por qué cuestionar a las buscadoras en lugar de exigir claridad a las instituciones?
El senador intentó un equilibrio imposible. Por un lado, reconoció la gravedad del problema: “Hoy hay una causa legítima, que es la aparición con vida de las personas desaparecidas, es una herida abierta, es un agravio, es un tema de la más alta prioridad”. Por otro, defendió al gobierno federal con vehemencia: “Nadie puede sostener con verdad que nuestro gobierno desaparece. Nadie puede sostener con verdad que nuestro gobierno reprime”. Pero su retórica se derrumbó cuando, ante la presión, calificó a los estudiantes de mentirosos y comparó sus críticas con una exageración absurda: “Ustedes sostienen que el rancho de Teuchitlán era el campo de Auschwitz”. Acto seguido, abandonó el recinto con un tajante “No tiene sentido continuar, están faltando a la verdad”, dejando tras de sí un silencio incómodo y un auditorio lleno de preguntas sin respuesta.
“¿En qué momento dije que no están desparecidos. Ustedes sostienen que el campo de Teuchitlán era un campo de exterminio, que era el Auschwitz mexicano, que por lo menos 200 personas ahí fueron exterminadas. Yo sostengo que eso que ustedes dicen no se ha probado. Eso es lo que estamos diciendo en este momento (...) Así como dije que el diálogo había sido respetuoso, digo en este momento que no tiene sentido continuar. Están faltando a la verdad”.
El episodio no es un hecho aislado. Teuchitlán lleva meses en el ojo público desde que Guerreros Buscadores denunció el hallazgo de ropa, zapatos y otros indicios en el Rancho Izaguirre, un caso que ha reavivado el debate sobre la magnitud de las desapariciones en México —más de 110,000 personas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas—. Las palabras de Noroña, que en semanas pasadas ya había sembrado dudas sobre la veracidad de esos restos, chocan con el dolor de las familias y la indignación de una ciudadanía que ve en el gobierno actual más continuidad que ruptura con el pasado. Su reacción en el CIDE —huir en lugar de dialogar— refleja una estrategia conocida: descalificar al mensajero para evitar enfrentar el mensaje.
Este enfrentamiento pone sobre la mesa una paradoja del obradorismo: mientras presume una transformación moral, tropieza con su incapacidad para confrontar las críticas sin caer en la soberbia o la evasión. Noroña, un fiel escudero del proyecto, encarna esa contradicción. Su salida abrupta no solo frustró a los estudiantes, sino que alimentó la percepción de un gobierno que, ante el espejo de sus fallas, prefiere romperlo a mirarse en él. En un país donde las fosas clandestinas son una realidad cotidiana, cuestionar a las víctimas en lugar de a los perpetradores no es solo una torpeza política: es una traición al reclamo de justicia que dice defender.