EU golpea a La Nueva Familia Michoacana: Sanciones a los hermanos Hurtado Olascoaga y un esquema de lavado de ropa usada que cruza fronteras
Johny “El Fresa”, José Alfredo “El Pez”, Ubaldo y Adita han sido sancionados por liderar una red criminal que combina narcotráfico, extorsión, tráfico de armas y explotación minera ilegal.
Washington.- El gobierno de Estados Unidos ha asestado un nuevo golpe a La Nueva Familia Michoacana (LNFM), un cártel mexicano que no solo inunda las calles estadounidenses con fentanilo, metanfetamina y heroína, sino que ha perfeccionado un sofisticado esquema de lavado de dinero a través de tiendas de ropa usada en el Valle del Río Bravo. Bajo la lupa del Departamento del Tesoro y su Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC), cuatro hermanos Hurtado Olascoaga —Johny “El Fresa”, José Alfredo “El Pez”, Ubaldo y Adita— han sido sancionados por liderar una red criminal que combina narcotráfico, extorsión, tráfico de armas y explotación minera ilegal, sembrando terror en México y desestabilizando la frontera norte.
Designada como Organización Terrorista Internacional por una orden ejecutiva del presidente Donald Trump, LNFM enfrenta ahora el bloqueo de todas sus propiedades en EE.UU. y de cualquier entidad en la que los hermanos tengan al menos un 50% de participación. Según la DEA, el cártel es responsable de mover anualmente 36 toneladas métricas de metanfetamina, 12 toneladas de heroína y 12 toneladas de cocaína hacia EE.UU., además de traficar migrantes y perpetrar ataques con drones y explosivos contra fuerzas de seguridad mexicanas. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, calificó las sanciones como un “golpe fuerte” a la estructura del cártel, pero la pregunta persiste: ¿será suficiente para frenar una organización tan arraigada en el tejido social y político de estados como Michoacán, Guerrero, Morelos y el Estado de México?
Una familia criminal con roles definidos
Los hermanos Hurtado Olascoaga operan como una maquinaria bien engrasada. Johny “El Fresa” y José Alfredo “El Pez” son los rostros visibles, señalados por orquestar un reino de terror mediante ejecuciones, secuestros y extorsiones. Ubaldo, menos conocido pero igualmente letal, lidera las operaciones de extorsión, narcotráfico y la extracción ilícita de mercurio y uranio, un negocio que no solo financia al cártel, sino que agrava el daño ambiental en regiones ya devastadas. Adita, la hermana, emerge como una figura clave en el lavado de dinero, utilizando un esquema que parece sacado de una novela negra: compra ropa usada en EE.UU., la envía a México y la vende en tiendas locales, canalizando los ingresos hacia las arcas de LNFM. Pero su rol no se limita al blanqueo; Adita también trafica armas desde EE.UU., armando a sus hermanos en su guerra contra rivales y autoridades.
El Departamento de Estado ha puesto precio a las cabezas de “El Pez” (5 millones de dólares) y “El Fresa” (3 millones), mientras que un encausamiento por narcotráfico contra José Alfredo en el Distrito Norte de Georgia refuerza la presión judicial. Sin embargo, la efectividad de estas medidas depende de la cooperación transnacional, un terreno donde México ha mostrado resultados mixtos. La Operación Enjambre, lanzada en 2025 por el gobierno de Claudia Sheinbaum en el Estado de México, capturó a funcionarios municipales ligados a LNFM, pero no logró mermar la violencia ni la impunidad en la región. Las denuncias de complicidad entre fiscalías estatales y el cártel, ampliamente documentadas por medios y ciudadanos, siguen sin respuesta contundente por parte de la Fiscalía General de la República.
Lavado de dinero: La ropa sucia del cártel
El esquema de lavado basado en ropa usada es un recordatorio de la creatividad criminal de LNFM. Aprovechando el comercio transfronterizo, el cártel transforma ganancias ilícitas en ingresos aparentemente legítimos, explotando una industria poco regulada. Las tiendas en el Valle del Río Bravo no solo sirven como fachada, sino que integran a comunidades locales en una economía criminal sin que muchas veces sean conscientes de ello. Este método, aunque ingenioso, no es nuevo; cárteles como el de Sinaloa han usado negocios similares, desde restaurantes hasta inmobiliarias, para blanquear capitales. Lo que distingue a LNFM es su capacidad para diversificar: drogas, migrantes, armas, minerales y ahora ropa usada conforman un portafolio criminal que desafía los esfuerzos de las autoridades.
La respuesta de EE.UU., aunque contundente en el papel, enfrenta limitaciones. Las sanciones financieras pueden congelar activos, pero el cártel opera en un ecosistema donde el efectivo sigue siendo rey. Además, la dependencia de México para capturar a los líderes sancionados pone en duda el impacto real de estas medidas. La extradición de narcotraficantes, celebrada por figuras como el senador Ricardo Monreal, no ha debilitado significativamente a organizaciones como LNFM, que se nutren de la corrupción y la pobreza en las regiones que controlan.
Un desafío transnacional
El caso de LNFM expone las grietas de la estrategia antidrogas en ambos lados de la frontera. En EE.UU., la retórica de Trump promete mano dura, pero la entrada masiva de fentanilo sugiere que la demanda interna sigue siendo un motor imparable. En México, la incapacidad de desmantelar las redes de complicidad entre cárteles y autoridades locales perpetúa un ciclo de violencia que no distingue entre víctimas civiles y objetivos criminales. Las sanciones y recompensas son herramientas valiosas, pero sin una estrategia integral que ataque las raíces socioeconómicas del narcotráfico, LNFM y sus líderes seguirán siendo un cáncer difícil de extirpar.
Mientras los hermanos Hurtado Olascoaga permanezcan prófugos, el mensaje es claro: el poder de LNFM no reside solo en las drogas o las armas, sino en su habilidad para infiltrarse en la economía y la sociedad. La ropa usada que cruza la frontera no es solo mercancía; es un símbolo de cómo el crimen organizado teje su red en los intersticios de la globalización.