La bola de la represión: China despliega robots contra manifestantes, ¿progreso o peligro?
Los dispositivos, conocidos como Rotunbot RT-G, ya operan en ciudades como Wenzhou, asistiendo a la policía en tareas de seguridad
China.- En un escenario que parece sacado de una película de ciencia ficción distópica, China ha introducido un nuevo capítulo en su arsenal de control social: robots esféricos armados, diseñados para dispersar manifestaciones. El video que circula en redes sociales muestra a estos dispositivos, conocidos como Rotunbot RT-G, en acción. Equipados con tecnologías de vigilancia y armas no letales como gases lacrimógenos y granadas de sonido, estos robots no solo patrullan las calles, sino que también persiguen a sospechosos a alta velocidad, alcanzando hasta 37 kilómetros por hora.
Desde que Xi Jinping asumió el poder en 2012, el régimen chino ha intensificado su enfoque en la “estabilidad social”, un eufemismo para el control absoluto. La inversión en tecnologías como inteligencia artificial, big data y robótica no solo busca modernizar la economía, sino también reforzar un estado policial cada vez más sofisticado. Según informes, ciudades como Wenzhou ya han desplegado estos robots en zonas comerciales, asistiendo a la policía en tareas de vigilancia y respuesta.
Sin embargo, la pregunta crítica surge inevitablemente: ¿es este un avance tecnológico legítimo o una herramienta más para reprimir disidencia? La historia reciente de China, marcada por eventos como las protestas de Hong Kong en 2019, donde la policía utilizó tácticas similares, sugiere que estos robots no son meros gadgets de seguridad, sino un escalón más en la escalada de autoritarismo. La capacidad de estos dispositivos para operar de forma autónoma plantea preocupaciones éticas sobre la delegación de decisiones de vida o muerte a máquinas, especialmente en contextos donde los derechos humanos ya están en jaque.
Mientras algunos defienden su uso como una medida no letal para mantener el orden, otros ven en ellos un símbolo de la erosión de las libertades individuales. La ironía no pasa desapercibida: un país que lidera la innovación tecnológica también encabeza la lista de naciones con mayores restricciones a la libertad de expresión. Este despliegue de robots no solo refleja el avance de la ciencia, sino también el retroceso de los derechos fundamentales. ¿Estamos ante el futuro del control social o un recordatorio de que la tecnología, sin ética, puede convertirse en un arma de opresión? La bola sigue rodando, y con ella, las preguntas sobre hasta dónde llegará esta carrera entre progreso y peligro.



