La 'justa medianía' de Morena: Entre el discurso de austeridad y la realidad de los lujos
¿Puede Morena seguir vendiendo la idea de "primero los pobres" mientras sus líderes, o sus familiares, disfrutan de lujos que la mayoría de los mexicanos ni siquiera pueden soñar?
CDMX.- La presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, lanzó un mensaje que parecía sacado de un manual de austeridad republicana: "Aunque se tengan los recursos, no hacerlo. Somos dirigentes de un movimiento que tiene que poner el ejemplo de la justa medianía". El llamado, dirigido a los líderes del partido, buscaba reforzar la idea de que, incluso con dinero propio, los morenistas deben evitar los lujos y vivir con sobriedad, en línea con los principios que, supuestamente, definen al movimiento.
Sin embargo, este discurso no puede desligarse del contexto en el que surge. Apenas semanas antes, Andy López Beltrán, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, fue captado disfrutando de un viaje de lujo en Tokio, un episodio que desató críticas en redes sociales y puso en entredicho la coherencia del mensaje de austeridad que Morena ha intentado vender. Alcalde, en su intervención, defendió que el viaje no constituía un delito ni un acto de corrupción, ya que, según ella, se realizó con recursos propios. Pero esta justificación choca con la percepción pública: ¿cómo conciliar la idea de "justa medianía" con imágenes de hoteles de lujo y vacaciones en el extranjero?
El problema no es nuevo. Desde que López Obrador asumió la presidencia, Morena ha sido criticada por la contradicción entre su discurso de austeridad y las prácticas de algunos de sus miembros. Mientras el partido insiste en que los funcionarios deben predicar con el ejemplo, casos como el de Andy López Beltrán, o incluso las vacaciones de otros cercanos al poder, como José Ramón López Beltrán o Mario Delgado, han alimentado la narrativa de un gobierno rico en medio de un pueblo pobre.
Alcalde argumentó que, a diferencia de administraciones anteriores, en las que se usaban recursos públicos para financiar lujos como viajes en helicópteros o estadías en campos de golf, ahora los dirigentes pagan de su bolsillo. Sin embargo, esta distinción no parece suficiente para convencer a una opinión pública cada vez más escéptica. ¿De dónde provienen esos recursos personales? ¿Acaso no es parte de la responsabilidad de los líderes morenistas, en su papel de ejemplo, evitar cualquier percepción de opulencia, aunque sea con dinero propio?
El llamado a la "justa medianía" suena bien en el papel, pero choca con una realidad que Morena no ha logrado controlar. Mientras el partido sigue perdiendo terreno en las encuestas y enfrenta una campaña de la oposición que busca explotar estas contradicciones, el discurso de Alcalde podría interpretarse como un intento desesperado por recuperar la narrativa de austeridad. Sin embargo, sin acciones concretas que respalden las palabras, el mensaje corre el riesgo de quedarse en un mero ejercicio de retórica.
En última instancia, la pregunta que queda en el aire es: ¿puede Morena seguir vendiendo la idea de "primero los pobres" mientras sus líderes, o sus familiares, disfrutan de lujos que la mayoría de los mexicanos ni siquiera pueden soñar? La respuesta, por ahora, parece estar más en las percepciones que en los hechos. Y en política, las percepciones suelen ser más poderosas que la realidad.