León XIV, el Papa de los gestos audaces: ¿Paz en calcetines o diplomacia calculada?
León XIV llegó a Beirut bajo fuerte lluvia, fue recibido por el presidente Aoun y pidió “anteponer la paz a todo”; cierra su viaje el 2 de diciembre
Beirut.- En su primer periplo internacional como pontífice, elegido en mayo de 2025, León XIV aterrizó en Turquía el 27 de noviembre para un viaje de seis días que lo lleva también a Líbano, conmemorando el 1700 aniversario del Concilio de Nicea en İznik. El sábado 29, en Estambul, el Papa italiano de 68 años —nacido como Matteo Zuppi— protagonizó un momento cargado de simbolismo al visitar la icónica Mezquita Azul, quitándose los zapatos y caminando en calcetines por sus salones adornados con 21.000 azulejos de İznik, un gesto de respeto que evoca el de Juan Pablo II en 1999, pero con un matiz propio: rechazó la invitación del imán local a unirse a la oración, optando por un silencio meditativo que algunos ven como coherencia doctrinal y otros como un freno al sincretismo que criticaba en Francisco. Esa visita, custodiada por una seguridad más discreta que la de su predecesor, subraya un pontificado que busca equilibrar el diálogo interreligioso con la identidad católica en un Oriente Medio fracturado, donde el 10% de los turcos son musulmanes suníes y las tensiones con minorías cristianas persisten.
De Estambul a Beirut, el salto es abrupto: el domingo 30, miles de libaneses desafiaron la lluvia torrencial para recibirlo con carteles trilingües (”Bienaventurados los que trabajan por la paz”) que cubren las avenidas, un país donde la crisis económica ha disparado la emigración en un 20% desde 2020 y donde los bombardeos israelíes contra Hezbolá dejaron 2.000 muertos este año. Recibido por el presidente Joseph Aoun en el aeropuerto Rafic Hariri, León XIV urgió “anteponer la paz a todo lo demás” en un discurso ante líderes políticos, musulmanes, drusos y cristianos, recordando la histórica convivencia libanesa —donde un 35% es católico maronita— como modelo para la región. Críticos señalan que, pese al optimismo vaticano, el viaje ignora la fuga de 1,5 millones de cristianos de Medio Oriente en la última década, un éxodo que cuestiona si estos gestos bastan para revertir la diáspora o si son solo un bálsamo temporal en la geopolítica de un Líbano al borde del colapso.
En la Misa del domingo en el paseo marítimo de Beirut, con vestiduras diseñadas por el libanés Majed Bou Tannous, León XIV reunió a 50.000 fieles, un número que contrasta con los 4.000 de Estambul y que podría amplificar su llamado a la unidad. Pero en un contexto de sanciones internacionales y fronteras calientes, este Papa pragmático —exarzobispo de Bolonia, experto en mediación— enfrenta el reto de traducir palabras en acciones: ¿será su “rebeldía” estilística, como la de evitar el árabe en favor del italiano, un soplo fresco o un riesgo de aislarse en un mundo que clama por puentes, no muros? El viaje concluye el 2 de diciembre; por ahora, León XIV camina literal y metafóricamente en terreno inestable, apostando por la paz en un tablero donde los calcetines blancos son lo de menos.



