Les vale Sheinbaum: La elite de Morena que derrocha por EuroAsia ignorando el llamado de austeridad de la presidenta
Con AMLO estos excesos eran impensables, o al menos, mucho mejor disimulados, pero hoy con Sheinbaum al mando, la rebeldía de los morenistas es descarada.
CDMX.— En el corazón de la Cuarta Transformación, donde la austeridad republicana se ondeaba como bandera inquebrantable bajo el mandato de Andrés Manuel López Obrador, una grieta profunda se abre bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum. Apenas después de asumir la presidencia, Sheinbaum pidió a los suyos, los fieles de Morena, mantener la humildad, vivir con frugalidad y honrar el mandato del pueblo. Pero las imágenes que han emergido en las últimas semanas, con altos funcionarios y legisladores morenistas pavoneándose en destinos de lujo en Euroasia, no solo rompen esa promesa: la hacen pedazos. Desde los restaurantes con estrellas Michelin en Lisboa hasta los exclusivos clubes de playa en Capri y los desayunos de cinco estrellas en Tokio, la élite de Morena parece burlarse de la austeridad que predican, desafiando abiertamente a su líder y exhibiendo un doble discurso que apesta a hipocresía.
La ostentación que traiciona el discurso
Mario Delgado, titular de la Secretaría de Educación Pública, fue captado en la Pousada de Lisboa, saboreando exquisiteces en un restaurante galardonado, mientras el pueblo mexicano, al que dice servir, lucha con el alza de precios y la precariedad.
Ricardo Monreal, el astuto coordinador parlamentario, desayunaba en el Rosewood Villa Magna de Madrid, un hotel donde el lujo es tan insultante que hasta los autos son BMW eléctricos.
Enrique Vázquez Navarro, diputado suplente, no se quedó atrás, disfrutando de las playas de Ibiza, un paraíso mediterráneo que pocos mexicanos podrían siquiera soñar.
Y en Tokio, Andrés Manuel “Andy” López Beltrán, hijo del expresidente, y el diputado Daniel Asaf Manjarrez, se daban la gran vida en el restaurante Orchid del hotel Okura, con tarifas que alcanzan los 50,000 pesos por noche.
Incluso Miguel Ángel Yunes Linares, aliado clave de Morena en la reforma judicial, fue visto en Capri, rodeado de langosta, champaña de 2,000 euros y mariachis en un club frecuentado por multimillonarios.
Estos no son viajes de trabajo ni escapadas discretas. Son desplantes de opulencia, un desfile de arrogancia que contrasta brutalmente con el discurso de “primero los pobres” que Morena ha hecho suyo. Sheinbaum, en un intento de salvar la cara, ha dicho que no hay ilegalidad si usan recursos propios, pero su llamado a la humildad suena hueco cuando sus propios correligionarios le dan la espalda.
¿Dónde quedó la austeridad que AMLO predicaba con vuelos en clase turista y un Palacio Nacional convertido en símbolo de frugalidad? Bajo López Obrador, estos excesos eran impensables, o al menos, mucho mejor disimulados. Hoy, con Sheinbaum al mando, la rebeldía de los morenistas es descarada, un desafío abierto a su autoridad y un desprecio al pueblo que los eligió.
¿Por qué Euroasia y no Estados Unidos?
Llama la atención que todos estos destinos —Lisboa, Madrid, Ibiza, Capri, Tokio— estén en Euroasia, lejos del escrutinio de Estados Unidos. ¿Casualidad? Difícilmente. Bajo la lupa de Donald Trump, quien desde su campaña ha insistido en que políticos mexicanos están ligados al narcotráfico, viajar a Estados Unidos podría ser un riesgo. La administración estadounidense ha endurecido su postura contra México, con Trump señalando directamente a figuras políticas como potenciales cómplices del crimen organizado. En este contexto, Euroasia emerge como un refugio dorado: destinos donde el lujo es discreto, los controles migratorios menos estrictos y la prensa estadounidense no acecha. ¿Es esta una estrategia deliberada para evitar el radar de Washington? No lo sabemos con certeza, pero la coincidencia es demasiado conveniente para ignorarla.
La elección de Euroasia podría ser más que una preferencia estética. Mientras en México se habla de austeridad, estos funcionarios y legisladores eligen destinos donde sus excesos pasan desapercibidos para el ojo mexicano, pero no para las redes sociales ni para periodistas como Claudio Ochoa Huerta, que han destapado esta cloaca de hipocresía. La pregunta persiste: ¿están huyendo de la vigilancia de un país que, bajo Trump, no duda en señalarlos? ¿O es simplemente que el Viejo Continente y Japón ofrecen un glamour que las playas de Cancún o las ciudades de Estados Unidos no pueden igualar? Sea cual sea la respuesta, la percepción es devastadora: Morena no solo traiciona su discurso, sino que lo hace con una arrogancia que raya en el cinismo.
La rebeldía contra Sheinbaum y el legado de AMLO
Lo que más resalta de todo esto es la falta de respeto hacia Claudia Sheinbaum. Cuando AMLO estaba al frente, estos excesos eran raros, o al menos, cuidadosamente ocultos. López Obrador tenía un control férreo sobre su partido, una autoridad que, guste o no, mantenía a raya las ambiciones personales de sus seguidores. Pero con Sheinbaum, la historia es otra. A menos de un año en el poder, y los morenistas actúan como si las reglas no aplicaran. Mario Delgado, Ricardo Monreal, Andy López Beltrán, Daniel Asaf y compañía no solo ignoran el llamado a la austeridad; lo desafían con descaro, como si Sheinbaum fuera una figura decorativa, no la líder de un proyecto político que prometió transformar México.
Esta rebeldía refleja una diferencia abismal en el respeto que Morena le guarda a AMLO frente a Sheinbaum. Con el expresidente, la lealtad era casi religiosa; con ella, parece negociable. ¿Es porque Sheinbaum no inspira el mismo temor? ¿O porque la élite de Morena, engordada por el poder, ya no siente la necesidad de rendir cuentas? Lo cierto es que estas imágenes de lujo no solo son un golpe a la credibilidad de la 4T, sino una bofetada a la presidenta, que intenta mantener un discurso de humildad mientras sus propios aliados la contradicen en los destinos más exclusivos del mundo.
Un pueblo que observa, un pueblo que juzga
El pueblo mexicano, ese que Morena dice representar, no es ciego. Las redes sociales hierven con indignación, y las columnas periodísticas, como las de Joaquín López-Dóriga o Marco Levario Turcott, no dan tregua. Cada foto de un morenista en un yate o un restaurante de lujo es un clavo más en el ataúd de la credibilidad de la 4T. Sheinbaum puede repetir que “el pueblo evalúa”, pero ese pueblo ya está emitiendo su veredicto: un partido que predica austeridad mientras sus líderes derrochan en Euroasia no merece confianza.
La hipocresía de Morena no es nueva, pero nunca había sido tan descarada. Mientras el país enfrenta retos económicos y sociales, sus líderes se pasean por el mundo como si fueran oligarcas, no servidores públicos. Y en este juego de espejos, donde la austeridad es solo un discurso para las masas, la pregunta final es inevitable: ¿hasta cuándo tolerará México esta simulación? Porque, como decía Juárez, al que estos morenistas dicen admirar: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Y el derecho del pueblo a un gobierno honesto y congruente está siendo pisoteado en las playas de Capri y los restaurantes de Tokio.