Michoacán sangra, la Iglesia clama: ¿Llegó el límite?
El sacerdote Jesús Valencia Álvarez pidió detener el derramamiento de sangre en una ceremonia que reunió a más de seis mil fieles
Michoacán.- En el Santuario de Guadalupe de Zamora, Michoacán, la Iglesia Católica no solo elevó oraciones, sino también una voz crítica que resonó entre más de seis mil personas vestidas de blanco. Fue el cierre del novenario por Carlos Manzo, el exalcalde de Uruapan asesinado el 1 de noviembre en plena plaza pública, un crimen que ha exacerbado la crisis de violencia en la región. El sacerdote Jesús Valencia Álvarez, de la Diócesis de Zamora, no se anduvo por las ramas: “Ya es mucha la sangre derramada, se tocó el límite del sometimiento descarado e inhumano en nuestro amado Michoacán”.
El mensaje, lejos de ser un simple lamento, fue un llamado a la acción. Valencia Álvarez exigió un cese inmediato a la violencia, dirigiéndose directamente a “los involucrados” en la espiral de dolor e incertidumbre que vive México. Sin embargo, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿qué peso tienen estas palabras en un estado donde el crimen organizado parece haber rebasado cualquier límite moral y legal?
Michoacán, epicentro de una guerra que no declara, acumula decenas de miles de víctimas en los últimos años. La muerte de Manzo, no es un caso aislado, sino el síntoma de un sistema colapsado. La Iglesia, que históricamente ha navegado entre la crítica y la complicidad con el poder, ahora parece tomar una postura más firme. Pero, ¿es suficiente? ¿O es solo un eco que se pierde entre el estruendo de las balas?
La misa, titulada “Por la Paz y la Justicia”, reunió a una multitud que clama por un cambio, pero también refleja la polarización de una sociedad que, según el propio Valencia Álvarez, debe evitar la división. Sin embargo, el desafío no está solo en las palabras, sino en las acciones. Mientras la sangre sigue corriendo, la esperanza de un México mejor parece cada vez más lejana. ¿Será esta vez diferente? Solo el tiempo lo dirá.



