Mina, la osa rescatada: ¿Un nuevo comienzo o un parche a la negligencia institucional?
Profepa confirma que la osa recibe atención especializada; un especialista en medicina biorreguladora colabora en su recuperación
Hidalgo.- La osa Mina, cuyo caso conmocionó a México tras ser expuesta en redes sociales en condiciones deplorables, finalmente ha sido trasladada a las instalaciones de la Fundación Invictus en Hidalgo. Según la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), el traslado por vía aérea fue exitoso, y ahora la osa recibe atención especializada, acompañada por un equipo de veterinarios y un especialista en medicina biorreguladora proveniente de Colombia. Sin embargo, esta noticia, que podría parecer un triunfo para la causa animal, levanta más preguntas que respuestas sobre la eficacia y la responsabilidad de las instituciones mexicanas en la protección de la fauna.
El caso de Mina no es aislado. En los últimos meses, hemos visto cómo la Profepa ha intervenido en situaciones de maltrato animal, pero siempre después de que los casos se vuelven virales. ¿Por qué es necesario que la presión social sea el motor para que las autoridades actúen? La osa, que llegó a Invictus con un ánimo supuestamente bueno, no puede ocultar las cicatrices de su pasado: un pelaje deteriorado, un cuerpo debilitado y, sobre todo, una historia de negligencia que apunta directamente a la falta de supervisión en los lugares donde fue resguardada inicialmente.
Es positivo que Mina ahora reciba un tratamiento digno, pero ¿qué garantías tenemos de que no será otro caso más de “rescate mediático” sin consecuencias para los responsables? La Profepa menciona sanciones, pero estas rara vez trascienden el ámbito de las declaraciones. Mientras tanto, otros animales en México continúan sufriendo en zoológicos, circos y manos de particulares, muchos de ellos bajo la mirada indiferente de las mismas instituciones que ahora celebran el “nuevo comienzo” de Mina.
La Fundación Invictus, aunque merece reconocimiento por su labor, no puede ser la solución definitiva a un problema estructural. El traslado de Mina no es más que un parche a un sistema que falla constantemente en prevenir el maltrato animal. ¿Qué pasa con los cientos de ejemplares incautados que no tienen la suerte de convertirse en trending topic? ¿Cuántos más deberán esperar a que la indignación colectiva los saque de su sufrimiento?
Este caso debería ser un llamado a la acción para reformar las políticas de protección animal en México, no solo un relato de rescate individual. Mientras las instituciones no asuman su responsabilidad de manera proactiva, seguiremos viendo a animales como Mina pagar el precio de la inacción gubernamental. Y aunque hoy celebramos su llegada a un lugar seguro, la verdadera victoria será cuando no tengamos que lamentar más casos como el suyo.