"No digas municipios afectados": La censura lingüística de Sheinbaum en plena crisis
La presidenta interrumpe a David Kershenobich en la mañanera para cambiar el lenguaje sobre la crisis en Veracruz y otros estados
CDMX.- En medio de una crisis que ha dejado a miles de personas damnificadas por las lluvias torrenciales en Veracruz, Hidalgo, Puebla, San Luis Potosí y Querétaro, la presidenta Claudia Sheinbaum ha dado una instrucción que no pasa desapercibida: “No digas ‘municipios afectados’”. La advertencia, dirigida al secretario de Salud, David Kershenobich, durante la conferencia matutina de este martes, revela una estrategia comunicativa que prioriza el lenguaje sobre la realidad, un patrón que ya ha generado críticas en otros momentos de su administración.
El contexto no podría ser más delicado. Desde el 6 al 9 de octubre, las intensas lluvias han provocado inundaciones, deslaves y cortes de comunicación en varias regiones, afectando a comunidades vulnerables que aún esperan una respuesta efectiva. Sin embargo, en lugar de centrarse en la urgencia de la situación, Sheinbaum parece más preocupada por cómo se describe el problema. Este episodio no es aislado. Durante su gestión, la presidenta ha sido criticada por minimizar crisis anteriores, como el colapso del Metro de la Línea 12 en 2021, donde también se optó por un lenguaje que evadía la gravedad de los hechos.
La instrucción a Kershenobich, quien asumió como secretario de Salud el 1 de octubre pasado, ocurre en un momento en que la ciudadanía espera transparencia y acciones concretas. El video, muestra a Sheinbaum pidiéndole al funcionario corregir su terminología, un gesto que no solo denota control excesivo sobre el discurso oficial, sino que también ignora la percepción pública de una crisis que ya ha costado vidas y recursos.
Este episodio plantea preguntas incómodas sobre la comunicación gubernamental en México. ¿Es más importante cómo se dice algo que lo que se hace? ¿Por qué evitar términos como “afectados” cuando la realidad es evidente? La estrategia de Sheinbaum, que contrasta con la promesa de cercanía y empatía que caracterizó su campaña, podría interpretarse como un intento de suavizar la percepción de la crisis, pero también como un alejamiento de la rendición de cuentas que exige la ciudadanía.
En un país donde la confianza en las instituciones sigue siendo frágil, este tipo de intervenciones lingüísticas no solo distraen de los problemas reales, sino que refuerzan la idea de que el gobierno prioriza la narrativa por encima de la acción. Mientras tanto, los “municipios afectados” –llámense como se llamen– siguen esperando respuestas.