Andy no quiere que lo llamen "Andy", quiere usar el nombre de su padre
¿Está López Beltrán menospreciando a Claudia Sheinbaum, la actual presidenta, quien cuenta con un índice de aprobación histórico del 85% —el más alto en 30 años?
CDMX.- Andrés Manuel López Beltrán, hijo del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, ha pedido ser llamado por su nombre completo en lugar de "Andy", argumentando que este diminutivo desmerece el legado de su padre, a quien considera "el mejor presidente que ha tenido México". Sin embargo, esta declaración no solo revela una intención de reivindicar su identidad política, sino que también plantea una pregunta incómoda: ¿está López Beltrán menospreciando a Claudia Sheinbaum, la actual presidenta, quien no solo cuenta con un índice de aprobación histórico del 85% —el más alto en 30 años— sino que también obtuvo más votos que cualquier otro candidato en la historia democrática de México?
En un país donde la figura de López Obrador sigue siendo polarizante, la insistencia de López Beltrán en exaltar a su padre como el mejor presidente parece ignorar deliberadamente los logros de Sheinbaum, quien ha consolidado una posición de poder sin precedentes. Con una victoria electoral aplastante y una aprobación pública que supera ampliamente la de su predecesor, Sheinbaum ha demostrado ser una figura política formidable, capaz de mantener y expandir el proyecto de Morena más allá de la era López Obrador.
López Beltrán, quien funge como secretario de Organización de Morena, parece estar apostando todas sus fichas a la herencia de su padre. Su insistencia en ser asociado con el nombre de López Obrador no es casual; es una estrategia para capitalizar el capital político que su padre dejó. Sin embargo, al vincular su identidad tan estrechamente con la de su padre y al afirmar que llevar su nombre es un "orgullo", López Beltrán parece subestimar la relevancia actual de Sheinbaum. Esta actitud no solo podría ser percibida como un desaire a la presidenta, sino también como un reflejo de las tensiones internas dentro de Morena, donde la influencia de López Obrador sigue siendo significativa, a pesar de su retiro de la vida pública. Esto sin contar que también subestima la inteligencia de una base electoral que, aunque leal a López Obrador, no es ciega a los nuevos tiempos.
En un contexto donde Sheinbaum ha logrado un respaldo popular sin precedentes, la insistencia de López Beltrán en glorificar a su padre puede ser vista como un esfuerzo por mantener viva la narrativa de López Obrador, incluso a costa de eclipsar los logros de la actual administración. Esta postura no solo cuestiona la madurez política de López Beltrán, sino que también pone en relieve las dinámicas de poder dentro de Morena, donde la lealtad a la figura paterna parece prevalecer sobre el reconocimiento a la nueva lideresa. En última instancia, la petición de no ser llamado "Andy" resuena más como un acto de nostalgia que como un paso hacia una identidad política independiente, en un momento en que México necesita mirar hacia adelante, no hacia atrás.
Su estrategia podría ser efectiva a corto plazo, pero a largo plazo, depender de la sombra de López Obrador podría ser su talón de Aquiles. Al fin y al cabo, en política, los apellidos pesan, pero no siempre garantizan el futuro. López Beltrán está jugando con fuego, y el riesgo es que, en lugar de brillar por sí mismo, termine consumido por la llama de su padre.