Noroña, el bufón que se volvió lamebotas: ¿Lo regañaron o solo le dio miedo?
Burlarse de Schmitt fue genial para las redes sociales y para su público fiel, pero olvidó un detallito, las remesas no son un chiste.
CDMX.- Ahí vamos de nuevo con Gerardo Fernández Noroña, el presidente del Senado mexicano que parece haber pasado de ser el bufón de la corte morenista a un lamebotas diplomático en tiempo récord. Primero, se rió en la cara del senador estadounidense Eric Schmitt por proponer un impuesto del 5% a las remesas, como si fuera la idea más ridícula del mundo. ¿Y ahora? Ahora extiende la mano al Senado de EE. UU. como si fuera un niño arrepentido después de que lo pillaron robando galletas. ¿Lo regañaron? ¿O simplemente le dio pánico que su bravata le costara caro a México?
Porque, claro, burlarse de Schmitt fue genial para las redes sociales y para su público fiel, pero olvidó un detallito, las remesas no son un chiste. Son la sangre que sostiene a millones de familias mexicanas y una fuente de divisas que, según analistas, podría reducir el PIB nacional hasta en un 1% anual si se concreta ese impuesto. Pero no, Noroña prefirió el sarcasmo fácil, porque para él, la diplomacia es cosa de aficionados. Hasta que, claro, se dio cuenta de que tal vez no era tan buena idea provocar a los gringos cuando tienen la chequera en la mano.
Ahora, de repente, quiere dialogar. ¿Dialogar? ¿Con quién? ¿Con los mismos senadores a los que les faltó el respeto? ¿O con su conciencia, que debe estar revolviéndose en su interior como un calcetín sucio? Porque, vamos, Noroña no es nuevo en esto. Su carrera política está llena de momentos en los que dice una barbaridad y luego trata de arreglarlo con un "pero yo soy un hombre de diálogo". ¿Alguien más ve el patrón aquí? Primero el escándalo, luego el arrepentimiento fingido, y al final, un intento patético de salvar la cara.
Lo curioso es que no es la primera vez que se echa para atrás. Recordemos cuando se burló de Peña Nieto, de Trump, de quien sea que le dé audiencia. Pero esta vez, el costo podría ser real. No solo para él, sino para millones de mexicanos que dependen de esas remesas. ¿Será que lo regañaron en Palacio Nacional? ¿O será que, por fin, se dio cuenta de que no todo se resuelve con un tuit sarcástico y una pose de revolucionario de cartón?
En fin, Noroña nos deja una lección, no hay nada más patético que un bravucón que se echa para atrás cuando las cosas se ponen serias. ¿Dialogar? Sí, claro. Pero primero, que nos explique cómo planea limpiar el desastre que armó con su boca. Porque, al final del día, no son sus palabras las que pagan las cuentas, sino las de millones de mexicanos que ahora miran con desconfianza a su supuesto defensor. ¿Lo regañaron? Quién sabe. Pero lo que sí está claro es que, una vez más, Noroña demostró que su valentía tiene un límite, el de su propio interés.