Noroña, ¿líder o payaso? la vergüenza de Ocuilan
Noroña, entre promesas y confrontaciones: ¿Qué hay detrás del enfrentamiento en Ocuilan?
Estado de México.- El patético espectáculo en Ocuilan, Estado de México, donde Gerardo Fernández Noroña, ese político que se autoproclama campeón de los marginados pero cuya retórica suele ser más ruido que nueces, se topó con la cruda realidad de los habitantes locales durante una supuesta asamblea pública. Los residentes, hartos de la tala ilegal que devora sus bosques y amenaza su suministro de agua –un problema que, según Greenpeace, ha costado la vida a 128 defensores ambientales en México en la última década, 83 de ellos indígenas– exigieron acción. Y Noroña, en lugar de ofrecer soluciones concretas, les espetó que se "pusieran gallitos" con los taladores. ¿En serio? ¿Acaso no es él, con su salario de diputado y su séquito de seguidores, quien debería liderar esa lucha en lugar de echarle el muerto a una comunidad ya abandonada por el sistema?
Este episodio no es solo un desliz, sino un síntoma de la hipocresía que permea la política mexicana. Noroña, que alguna vez se presentó como el azote de los poderosos, ahora parece más interesado en lucir su indignación que en resolver problemas. Su sugerencia de que los ciudadanos se enfrenten solos a los criminales es no solo irresponsable, sino también una admisión tácita de su incapacidad para cumplir con las expectativas que él mismo ha generado. ¿Qué clase de liderazgo es este, que deja a la gente desamparada frente a mafias que, según informes, operan con impunidad gracias a la complicidad o la ineptitud de las autoridades?
Y hablemos de contexto, Ocuilan no es solo un punto en el mapa; es una región crucial para el suministro de agua a la Ciudad de México, una ciudad que ya sufre de sequías recurrentes y cuya relación con el agua es, como bien documenta The Nature Conservancy, cada vez más precaria. La tala ilegal aquí no es un capricho, sino un crimen organizado que ha desforestado más de 10,500 hectáreas en dos décadas, según datos locales. ¿Y la respuesta de Noroña? Un patético "arreglénselas solos".
En última instancia, este enfrentamiento no hace más que revelar la brecha entre la retórica revolucionaria de Noroña y su incapacidad para traducirla en acción. Mientras los ciudadanos de Ocuilan siguen luchando por su supervivencia, Noroña se queda en el escenario, más preocupado por su imagen que por sus responsabilidades. ¿Qué mensaje envía esto a una población que ya desconfía profundamente de sus líderes? Que, una vez más, están solos. Y eso, amigos, no es liderazgo; es abandono.