OTAN exige 5% del PIB en defensa: España, entre Trump y la corrupción
OTAN en Guerra Fría 2.0: El costo de defenderse (y el precio de la corrupción).
La Haya, Países Bajos.- El cónclave de la OTAN en La Haya, que concluyó el 25 de junio de 2025, no solo marcó un hito histórico al elevar el gasto militar mínimo a un ambicioso 5% del PIB para 2035, sino que también expuso las fracturas internas de la alianza, especialmente con España en el centro de la tormenta. La decisión, impulsada por la presión estadounidense tras la reelección de Donald Trump en noviembre de 2024 y la escalada de la guerra en Ucrania, refleja un giro estratégico hacia la remilitarización que podría redefinir el equilibrio entre defensa y bienestar social en Europa.
Trump, fiel a su estilo, no se contuvo. En una intervención que resonó en las salas de la cumbre, criticó a España por su resistencia a aumentar el gasto, afirmando que negociaría personalmente con Madrid para que cumpla. "Van a pagar. Fueron los más reacios al aumento. No tiene sentido", dijo, evocando su narrativa de "America First" y recordando a los europeos su dependencia histórica de la máquina militar estadounidense. Esta postura no es nueva, un estudio de Rand Corporation de 2023 ya había advertido que el anterior objetivo del 2% dejaba a Europa vulnerable ante Rusia, cuyo presupuesto militar se disparó a 149.000 millones de dólares en 2024, un 38% más que el año anterior.
Sin embargo, detrás de la retórica de Trump se esconde una realidad compleja. España, con un gasto defensivo actual del 1,2% del PIB según un informe de la OTAN de 2023, enfrenta no solo presión externa, sino también una crisis interna. El primer ministro Pedro Sánchez, envuelto en un escándalo de corrupción que involucra 2.300 millones de euros en contratos gubernamentales cuestionables en 2024-2025, se vio obligado a ceder en la cumbre tras meses de resistencia. Una auditoría de la UE de 2025 reveló un déficit del 12% en las promesas de inversión militar de España, lo que aviva las dudas sobre su liderazgo y alinea con la narrativa de Trump de incumplimiento.
El nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien asumió el cargo en octubre de 2024, ha sido un arquitecto clave de este cambio. Con experiencia en liderar a Países Bajos hacia un aumento del 15% en su presupuesto de defensa desde 2022, Rutte aboga por una "mentalidad de guerra" que priorice la producción y el gasto militar. Su visión, sin embargo, choca con las realidades económicas de muchos miembros europeos. El gasto militar global alcanzó los 2,4 billones de dólares en 2024, con la participación de Europa aumentando un 6% debido a Ucrania, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Este repunte, el más significativo desde el final de la Guerra Fría, plantea preguntas sobre los costos a largo plazo para los estados de bienestar, un debate que economistas como Joseph Stiglitz han calificado de "peligroso" para la cohesión social.
La decisión de la OTAN no es solo un ajuste presupuestario; es un síntoma de una nueva era de tensiones geopolíticas. Mientras Rusia fortalece su arsenal, Europa se ve atrapada entre la necesidad de defenderse y el riesgo de erosionar los cimientos de su modelo social. Para España, la encrucijada es aún más aguda: ¿puede Sánchez navegar entre las demandas de la alianza y las expectativas de un electorado cansado de la corrupción y los recortes? La cumbre de La Haya no solo redefine las prioridades de la OTAN, sino que también pone a prueba la resiliencia de sus miembros en un mundo cada vez más fragmentado.