Pemex asfixia a constructoras mexicanas: una deuda de mil millones las empuja al borde del abismo
Pemex debe cerca de mil millones de pesos, esta deuda, acumulada por servicios ya prestados, tiene a muchas empresas al borde de la quiebra
CDMX.- La Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) ha levantado la voz para denunciar una crisis que amenaza con devastar a las pequeñas y medianas empresas constructoras del país. Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa estatal que alguna vez fue símbolo de orgullo nacional, debe cerca de mil millones de pesos a estas compañías, principalmente en regiones como Veracruz, Oaxaca, Coatzacoalcos, Poza Rica, Salina Cruz y Minatitlán. Esta deuda, acumulada por servicios ya prestados, tiene a muchas empresas al borde de la quiebra, poniendo en riesgo miles de empleos y la estabilidad económica de comunidades enteras.
El presidente de la CMIC, Luis Méndez Jaled, calificó la situación como “crítica” en una conferencia de prensa reciente. Según él, el monto reportado proviene de un análisis interno y reportes directos de empresas afiliadas, muchas de las cuales son micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) que no tienen la capacidad financiera para soportar meses sin pagos. Aunque por confidencialidad no se revelaron los nombres de las afectadas, el impacto es innegable, estas empresas, esenciales para la infraestructura energética del país, están al límite.
El contexto es aún más alarmante si consideramos la situación financiera de Pemex. Al primer trimestre de 2025, la petrolera reportó una deuda total con proveedores y contratistas de 506 mil 153 millones de pesos, aunque asegura haber reducido este saldo un 20% desde diciembre de 2024, con pagos por 152 mil 116 millones. Sin embargo, las constructoras de la CMIC sostienen que los pagos no llegan o son insuficientes, lo que pone en duda la efectividad de estas medidas. Además, la deuda con proveedores ha crecido exponencialmente en los últimos años, pasando de 150 mil millones de pesos en 2018 a casi un billón en 2024, según reportes independientes.
La crisis no es nueva. Desde hace años, Pemex ha enfrentado críticas por su mala administración y falta de liquidez, exacerbadas por una deuda total que supera los 100 mil millones de dólares y pérdidas operativas constantes. En 2024, la petrolera reportó un saldo negativo de 620 mil 605 millones de pesos, a pesar de inyecciones masivas de recursos públicos que, según expertos como Luis Miguel Labardini, se han destinado más a pagar deuda bancaria que a saldar cuentas con contratistas. Esta priorización ha dejado a las mipymes en una posición vulnerable, atrapadas en una cadena de impagos que afecta no solo a las constructoras, sino también a sus trabajadores y subcontratistas.
El gobierno federal no ha sido ajeno al problema. La presidenta Claudia Sheinbaum anunció en enero de 2025 que Pemex liquidaría su deuda con proveedores en marzo, pero hasta abril apenas se había cubierto el 29% del total, según reportes. Esta promesa incumplida ha generado escepticismo, especialmente porque la petrolera enfrenta restricciones presupuestales y una reducción del 5.25% en su gasto para producción en 2025, según el Presupuesto de Egresos de la Federación.
Desde una perspectiva crítica, la situación refleja un problema estructural más profundo, la dependencia de Pemex como pilar económico del país es insostenible. Mientras el gobierno insiste en una visión de “soberanía energética” que prioriza el control estatal, la realidad es que la petrolera no genera riqueza, sino una carga para las finanzas públicas. Entre 2019 y 2023, se le inyectaron 1.32 billones de pesos en apoyos fiscales y transferencias, recursos que no han revertido su declive ni evitado el colapso de sus proveedores. La falta de transparencia en los pagos y la ausencia de un plan claro para resolver los adeudos sugieren que las soluciones actuales son parches temporales, no reformas de fondo.
La CMIC, por su parte, busca una reunión con el nuevo director de Pemex, Víctor Rodríguez, para abordar la crisis. Pero mientras las negociaciones avanzan, las constructoras enfrentan una realidad inmediata, sin liquidez, muchas no sobrevivirán. Este no es solo un problema de Pemex, sino un reflejo de las contradicciones de un modelo económico que apuesta por una empresa en quiebra técnica para liderar el desarrollo nacional.
La pregunta ahora es cuánto tiempo podrán resistir estas empresas y si el gobierno está dispuesto a asumir las consecuencias de un colapso en el sector de la construcción. Por ahora, las mipymes del sureste mexicano pagan el precio de una promesa de grandeza que, hasta el momento, solo ha traído deudas y desesperación.