"Porque en Guerrero todo se puede"; Abelina López y el cinismo del poder: ¿Cuánto más puede soportar Acapulco?
Esta declaración no solo refleja un cinismo preocupante, sino que también pone de manifiesto una cultura de impunidad que parece arraigada en la región.
Acapulco.- La alcaldesa Abelina López Rodríguez, del partido Morena, ha vuelto a colocar a Acapulco en el centro de la polémica con una declaración que rezuma cinismo: "Porque en Guerrero todo se puede". Esta respuesta, dada al ser cuestionada sobre un amparo legal que solicitó para evadir responsabilidades por la presunta desaparición de 900 millones de pesos durante su administración, no solo refleja una preocupante falta de responsabilidad, sino que también pone de manifiesto una cultura de impunidad profundamente arraigada en la región.
Guerrero, conocido por su alta incidencia de corrupción y violencia, parece ser el escenario perfecto para este tipo de respuestas. Los 900 millones de pesos en cuestión representan una porción significativa del presupuesto municipal, y su manejo –o más bien, su desaparición– se alinea con datos del Banco Mundial que estiman que la corrupción en México cuesta aproximadamente el 2% del PIB anual. Este porcentaje, aunque parezca abstracto, se traduce en una erosión constante de la confianza ciudadana en las instituciones, un problema que López parece no solo no combatir, sino agravar con su actitud.
La declaración de López no es un incidente aislado, sino un síntoma de un problema sistémico. El partido Morena, bajo cuya bandera gobierna, ha sido objeto de críticas por patrones similares de corrupción y mala gestión. Un informe de 2023 de Mexico Evalúa reveló un aumento del 15% en las quejas relacionadas con corrupción en estados gobernados por Morena en comparación con otros partidos, lo que sugiere que la promesa de regeneración nacional no ha llegado a todas las esquinas del país. En Guerrero, esta situación se complica aún más por la violencia relacionada con el narcotráfico, que ha transformado a Acapulco de un destino glamuroso en un epicentro de inestabilidad. El asesinato del alcalde electo Salvador Villalba Flores en 2024, cerca de Acapulco, es un recordatorio brutal de los riesgos que corren los funcionarios en esta región, donde los cárteles y la corrupción se entrelazan en un nudo difícil de desatar.
El amparo legal solicitado por López no es solo un intento de evadir responsabilidades, sino también un reflejo de una estrategia política que parece priorizar la supervivencia personal por encima del bienestar colectivo. Su desafío público a la Auditoría Superior del Estado (ASE), donde aseguró que no será "puesta de rodillas" y que derrotará a la institución, no hace más que agravar la percepción de impunidad. Este enfrentamiento ocurre en un contexto donde la ASE ha iniciado una auditoría de las cuentas públicas de Acapulco del 2023, alegando mala gestión de fondos federales, y ha incluso presentado una denuncia contra López por uso ilícito del servicio público. La tensión entre la alcaldesa y la ASE no es solo un choque de personalidades, sino un síntoma de la lucha por el control en un estado donde la transparencia y la rendición de cuentas parecen ser conceptos ajenos.
Acapulco, otrora un paraíso turístico, hoy enfrenta una crisis multifacética. La advertencia del Departamento de Estado de los EE. UU. en su aviso de viaje de 2025, que desaconseja los viajes no esenciales a la zona debido al crimen, es un recordatorio de cuán lejos ha caído esta ciudad. La respuesta de López no es solo un reflejo de su administración, sino un síntoma de un problema más profundo que exige una reflexión crítica sobre la gobernanza en México. ¿Cuánto más puede soportar Acapulco antes de que el cinismo del poder termine de hundirlo? La pregunta queda en el aire, mientras la ciudadanía observa cómo se juega su futuro en un tablero donde la corrupción, la violencia y la política parecen ser las únicas reglas del juego.