"Que se calmen los pitufos de la aldea": Andrea Chávez, entre el berrinche por el regaño de Sheinbaum y su desafío a mantener las ambulancias en Chihuahua
Chávez dejó claro que no piensa dar un paso atrás en la operación de estas unidades médicas.
CDMX.- La senadora de Morena por Chihuahua, Andrea Chávez, anunció este miércoles que retirará su rostro y nombre de las ambulancias que ha gestionado para diversos municipios de su estado, un gesto que llega tras días de controversia y críticas que la acusan de usar recursos asistenciales como herramienta de promoción personal rumbo a futuras elecciones y horas después de que la presidenta Claudia Sheinbaum la desaprobara. “Claro, de todos lados, que quiten mi nombre, no lo necesitamos; el pueblo de Chihuahua sabe quién trabaja y quién no”, afirmó con un tono que mezcla desafío y desdén hacia sus detractores, a quienes llamó “pitufos de la aldea” en un guiño sarcástico que no pasó desapercibido.
"Yo lo que les voy a decir es, si eso tranquiliza a los 'pitufos de la aldea' que nos están quitando el derecho de acceder al derecho a la salud en el estado de Chihuahua, con todo el gusto del mundo."
Sin embargo, Chávez dejó claro que no piensa dar un paso atrás en la operación de estas unidades médicas, las cuales, asegura, seguirán circulando e incluso se multiplicarán gracias a gestiones con empresarios. “En los municipios de Chihuahua no hay ninguna ambulancia, no hay vehículos que auxilien a la gente enferma”, justificó, presentándose como una figura imprescindible en un estado donde, según ella, las carencias en salud son un abandono institucional. Pero, ¿es esto un acto genuino de servicio o una jugada calculada en el tablero político?
El contexto de esta polémica no es menor. Apenas un día antes, el martes, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció en su conferencia matutina que enviará una carta a la dirigencia de Morena para establecer reglas claras que frenen actos anticipados de campaña de cara a las elecciones de 2027. La mención no fue casual: la difusión de imágenes de las ambulancias con el rostro de Chávez había encendido las alarmas sobre un posible uso clientelar de programas sociales, una práctica que ha sido tanto un sello como un estigma de la política mexicana durante décadas. Sheinbaum, consciente de la necesidad de diferenciar su administración de las críticas al viejo régimen, busca cortar de tajo estas maniobras, y Chávez, rápida en alinearse, dijo estar “de acuerdo” y dispuesta a acatar las directrices. “Seré la primera en aprobarla y en acatar esas ideas”, prometió, aunque no sin defender la legitimidad de su iniciativa.
Aquí es donde el asunto se torna espinoso. Por un lado, la senadora tiene un punto: Chihuahua, como muchos estados del norte, arrastra rezagos históricos en infraestructura de salud. Según datos del INEGI y la Secretaría de Salud, en 2023 apenas el 60% de las unidades médicas rurales en el estado contaban con equipamiento básico, y la disponibilidad de ambulancias en zonas alejadas es notoriamente insuficiente. Las gestiones de Chávez con empresarios para traer estas unidades podrían, en teoría, llenar un vacío real. Pero la forma en que lo ha hecho —plagando los vehículos con su imagen— despierta sospechas legítimas. En un país donde el asistencialismo ha sido históricamente un trampolín electoral, desde los tambos de leche de la era priista hasta las despensas del Verde, la línea entre filantropía y oportunismo es difusa, y Chávez parece caminar justo sobre ella.
La propia respuesta de Chávez a sus críticos añade leña al fuego. Llamar “pitufos” a quienes cuestionan su estrategia no solo trivializa el debate, sino que refuerza la percepción de arrogancia que ya le achacan sus adversarios. Y aunque asegura que no necesita su nombre en las ambulancias porque “el pueblo sabe quién trabaja”, la realidad es que su imagen estaba ahí por una razón: visibilidad. Retirarla ahora, bajo presión, no borra la intención original.
El trasfondo político es ineludible. Chihuahua será un campo de batalla clave en 2027, con Morena buscando consolidar su presencia frente a una oposición que, aunque debilitada, aún tiene arraigo en el estado. Chávez, joven y carismática, es vista como una carta fuerte del partido, pero su ascenso no está exento de riesgos. Si Sheinbaum logra imponer disciplina interna, como parece ser su intención, figuras como ella podrían verse obligadas a elegir entre la lealtad al proyecto colectivo y sus propias aspiraciones. Por ahora, la senadora juega a dos bandas: cede en la forma, quitando su nombre, pero mantiene el fondo, asegurando que las ambulancias sigan rodando bajo su égida.
Así, el caso de las ambulancias de Andrea Chávez deja más preguntas que respuestas. ¿Es una política comprometida que usa su influencia para paliar una crisis real? ¿O una estratega que disfraza de altruismo lo que en el fondo es un paso hacia el poder? La verdad, como suele ocurrir en política, probablemente esté en un gris incómodo entre ambas. Mientras tanto, el pueblo de Chihuahua —el que ella dice defender— sigue esperando que las promesas, con o sin rostro, se traduzcan en algo más que titulares.