Safaris de la muerte: Cuando millonarios convirtieron el infierno de Sarajevo en un juego sangriento
La Fiscalía de Milán indaga a una docena de italianos que entre 1993 y 1995 habrían pagado hasta 100.000 euros a fuerzas serbobosnias para cazar personas desde posiciones seguras
Italia.- Imagina pagar 100.000 euros por un fin de semana de “caza mayor” en las colinas bosnias, apuntando no a animales, sino a madres y niños huyendo de las balas. Eso no es ficción de serie B: durante el asedio de Sarajevo (1992-1996), el más largo de la historia moderna con 1.425 días de bombardeos y más de 11.000 muertos civiles, unos 200 “turistas de guerra” occidentales —principalmente italianos, pero también estadounidenses, rusos y británicos— organizaron safaris humanos pagando a fuerzas serbobosnias por disparar contra inocentes desde posiciones seguras. Lo que para los sarajevitas era una pesadilla diaria de trincheras y francotiradores, se convirtió en un espectáculo morboso para élites adineradas, expuesto ahora en un documental de 2022, Sarajevo Safari, que ha destapado esta podredumbre tardía.
El detonante actual llega de Italia: la Fiscalía de Milán, a cargo de Alessandro Gobbis, abrió en noviembre de 2025 una pesquisa por “homicidio voluntario agravado” contra una docena de italianos que participaron entre 1993 y 1995, impulsada por la denuncia del escritor Ezio Gavazzeni, quien recopiló testimonios durante años, y respaldada por la exalcaldesa de Sarajevo, Benjamina Karic. Pruebas incluyen documentos entregados al Tribunal Penal Internacional y confesiones de un diplomático italiano, Michael Giffoni, quien revela que los servicios secretos SISMI investigaron y cortaron la práctica en 1994 tras alertas bosnias —pero sin procesar a nadie entonces. Curiosamente, al menos un tercio de los implicados han muerto; los vivos rondan los 70-80 años, y los delitos no prescriben en Italia.
Esta reapertura no es solo justicia tardía, sino un espejo incómodo al “turismo oscuro” que monetiza el horror —de Chernóbil a Auschwitz, pero aquí con balas reales—. ¿Por qué esperar 30 años? Gavazzeni lo dice claro: “No era leyenda urbana”, y menciona pistas sobre españoles influyentes en la lista, lo que podría salpicar más allá de los Alpes. En un mundo donde la guerra en Ucrania revive ecos balcánicos, esta indagación recuerda que el privilegio puede ser tan letal como un rifle: ¿cuántos safaris invisibles aún acechan en zonas de conflicto?
La esperanza radica en que Milán identifique a dos o tres vivos para juzgarlos, como aspira Gavazzeni, cerrando un capítulo que Bosnia clama desde hace décadas. Pero el verdadero veredicto lo dará la historia: ¿lección o solo otro titular efímero en la era de la indiferencia global?



