Sepultados en la oscuridad: Semarnat entierra evidencias del desastre ambiental del Tren Maya
La dependencia confirmó afectaciones en ocho cenotes y sistemas subterráneos entre Playa del Carmen y Tulum, pero negó acceso a los reportes técnicos completos
CDMX.- En un giro que huele a maniobra política, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), bajo el mando de Alicia Bárcena, acaba de admitir los estragos del Tramo 5 del Tren Maya en los frágiles ecosistemas de Quintana Roo, pero se niega a soltar los documentos que lo prueban. Durante su comparecencia en la Cámara de Diputados el 6 de octubre, Bárcena reconoció afectaciones en ocho cenotes y cavernas entre Playa del Carmen y Tulum: perforaciones con concreto y pilas de acero que han alterado el flujo subterráneo del agua, un sistema vital para la península de Yucatán. Este proyecto emblemático de la era López Obrador, declarado “infraestructura estratégica” en mayo de 2023, prometía conectar el sureste sin herir su biodiversidad kárstica, pero la realidad ha sido un mazazo: más de 10 mil árboles talados y un 95% de condicionantes ambientales pendientes, según reportes independientes.
La excusa para el silencio es tan endeble como el velo de opacidad que la envuelve: “seguridad nacional”. Basados en un decreto del Diario Oficial de la Federación, los datos técnicos —incluyendo auditorías sobre acuíferos y calidad del agua— quedarán sepultados hasta 2028, pese a que Semarnat no ha realizado sus propios monitoreos y se limita a Manifestaciones de Impacto Ambiental públicas, que omiten los detalles jugosos. Mientras Bárcena habla de “limpiezas en marcha” y reuniones interinstitucionales semanales, El Universal vio rechazada su solicitud de transparencia (folio 340026700158825), un recordatorio de cómo el derecho a la información se dobla ante intereses estatales. ¿Es esto protección soberana o un escudo para encubrir negligencias que amenazan reservas de agua dulce en una región ya vulnerable al cambio climático?
Esta reserva no solo frena el escrutinio público, sino que perpetúa un patrón de opacidad en megaproyectos que priorizan el avance económico sobre la sostenibilidad. Con Sheinbaum al mando, se esperaba un giro verde; en cambio, el Tren Maya sigue devorando selvas sin rendir cuentas plenas. Activistas y opositores como el PAN ya exigen revisiones urgentes, pero sin datos, ¿quién fiscalizará el verdadero costo ecológico? El tiempo —y el agua— no espera.



