Suiza premia a mexicanos que buscan desaparecidos y defienden la libertad de expresión, mientras México les niega atención
El embajador suizo, Pietro Piffaretti, lo dijo claro: democracia, resiliencia y desarrollo sostenible son “pilares inseparables” de una sociedad justa.
CDMX.- Organizaciones mexicanas de búsqueda de personas desaparecidos y defensa de la libertad de expresión, recibieron el Premio Suizo de Derechos Humanos y Desarrollo Sostenible. No es un galardón cualquiera: es un reflector que ilumina lo que muchos prefieren ignorar. En un país donde más de 120 mil personas están desaparecidas —según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO)— y donde ser periodista es jugarse la vida, el reconocimiento a estas ONG suena menos a celebración y más a un grito de auxilio.
El embajador suizo, Pietro Piffaretti, lo dijo claro: democracia, resiliencia y desarrollo sostenible son “pilares inseparables” de una sociedad justa. Bonitas palabras, pero en México chocan con una realidad que se desmorona. El premio se dividió en tres categorías, y cada una destapa una herida abierta.
En “fortalecimiento del tejido social”, Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz) y la Asociación Arnoldo Nava de Ideas Científicos y Estratégicos en Derechos Humanos (Idheas) se llevaron el aplauso por acompañar a familias que buscan a sus desaparecidos. No es poco: en un país donde el Estado muchas veces mira para otro lado, estas organizaciones son el último clavo ardiendo para miles de madres, padres y hermanos que cargan el peso de la ausencia.
Michel Cervantes, abogado de Idheas, puso el dedo en la llaga: las afectaciones a la salud de las personas buscadoras —ansiedad, depresión, agotamiento físico— son un daño colateral que el gobierno se niega a reconocer. “Queremos que el Estado lo vea como una consecuencia directa de las desapariciones”, dijo, anunciando que el premio servirá para empujar ese proyecto. Es una lucha titánica: las comisiones de víctimas, esas mismas que deberían ser un bálsamo, suelen perderse en trámites y tecnicismos, dejando a las familias en un limbo burocrático que apesta a indiferencia.
Mariano Machain, de Serapaz, no se quedó callado. Frente a Jennifer Feller, de la cancillería mexicana, lanzó un dardo al gobierno de Claudia Sheinbaum: escuchen a las familias buscadoras. “Un diálogo participativo con la sociedad civil y los colectivos” no es una petición caprichosa; es una necesidad urgente en un país donde las iniciativas oficiales, como la reciente polémica por el rancho en Teuchitlán, terminan en disputas y desconfianza. Basta ver cómo colectivos de Sonora se deslindaron de Ceci Flores por diferencias en ese caso: la fractura entre las propias buscadoras es otro síntoma de un sistema que no da respuestas.
En la categoría de “libertad de expresión”, el premio fue para Artículo 19 y Educación y Ciudadanía (Educiac), dos organizaciones que nadan contra corriente en un mar de censura y balas. Leopoldo Maldonado, de Artículo 19, no tuvo que esforzarse para pintar el panorama: México es un cementerio para periodistas. Con 171 asesinados y 31 desaparecidos desde el 2000 —cinco de ellos en lo que va de 2025—, el país sigue siendo un campo minado para quien osa investigar o denunciar. “Una espiral de violencia imparable”, lo llamó, y no exagera. Los cárteles, la corrupción y la impunidad forman una trinidad macabra que ningún mecanismo de protección ha logrado romper.
El reconocimiento suizo llega en un momento crítico. Las cifras del RNPDNO son un mazazo: 120 mil desaparecidos desde los años 50, una cuenta que no para de crecer. Y mientras el gobierno presume avances —como las supuestas identificaciones masivas o los operativos mediáticos—, las familias y los periodistas saben que la verdad no cabe en un boletín oficial. El PAN, por ejemplo, acaba de llevar el caso Teuchitlán a la CIDH, exigiendo protección para las madres buscadoras, un eco de lo que estas ONG premiadas llevan años gritando.
Pero este premio no es solo un homenaje; es un desafío. Para las organizaciones, es gasolina para seguir en la trinchera. Para el gobierno, es un espejo incómodo que refleja sus promesas rotas. Y para la sociedad mexicana, es un recordatorio de que la justicia no llega sola: hay que arrancarla del silencio, de la apatía y de un sistema que, por ahora, parece más cómodo con las estadísticas que con las soluciones. Porque mientras Suiza aplaude, aquí abajo las fosas siguen hablando.