Sheinbaum anuncia la creación del Laboratorio Nacional de Inteligencia Artificial, pero esquiva hablar de regulación del uso de la IA
Sheinbaum, doctora en ingeniería ambiental y ex investigadora, sabe que la inteligencia artificial (IA) no es un lujo, sino una necesidad.
CDMX.- En su conferencia mañanera de este martes, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo anunció la próxima presentación del Laboratorio Nacional de Inteligencia Artificial, un proyecto encomendado a la Agencia de Transformación Digital y la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación. Según la mandataria, el laboratorio buscará integrar a investigadores de diversas áreas, aunque no ofreció detalles sobre su estructura, financiamiento o cronograma. La promesa suena ambiciosa, pero en un contexto donde México enfrenta rezagos en inversión científica y claridad regulatoria, el anuncio deja más interrogantes que certezas.
Sheinbaum, doctora en ingeniería ambiental y ex investigadora, sabe que la inteligencia artificial (IA) no es un lujo, sino una necesidad. En 2024, México destinó apenas el 0.3% de su PIB a investigación y desarrollo, según datos del Banco Mundial, una cifra muy por debajo de países como Brasil (1.3%) o los líderes globales como Corea del Sur (4.8%). Mientras naciones como China y Estados Unidos aceleran en la carrera de la IA con inversiones multimillonarias, México parece dar pasos tímidos. El laboratorio podría ser un intento de cerrar esa brecha, pero sin un presupuesto claro ni una estrategia pública, corre el riesgo de quedarse en un proyecto simbólico.
La presidenta esquivó preguntas sobre una posible legislación para regular la IA, calificándola como un tema “siempre polémico”. Esta evasiva es preocupante. La IA plantea dilemas éticos, económicos y sociales que requieren marcos legales robustos. En 2023, la Unión Europea avanzó en su Ley de Inteligencia Artificial, que clasifica las aplicaciones de IA por riesgo y establece sanciones para usos indebidos. México, en cambio, carece de una postura clara. La ausencia de regulación podría frenar la innovación o, peor aún, exponer al país a usos irresponsables de la tecnología, como la vigilancia masiva o la discriminación algorítmica, problemas ya documentados en países como China y Estados Unidos.
En la conferencia, David Kershenobich, secretario de Salud, destacó el potencial de la IA en la medicina, desde el análisis de rayos X hasta algoritmos de diagnóstico y detección temprana. Su entusiasmo es comprensible: la IA ha transformado campos como la oncología, con sistemas que detectan cáncer con mayor precisión que algunos especialistas. Sin embargo, Kershenobich no mencionó los desafíos prácticos. En un sistema de salud pública como el mexicano, donde el acceso a equipos básicos sigue siendo un problema en zonas rurales, implementar IA a gran escala requerirá más que buenos deseos. Además, la falta de datos médicos digitalizados y estandarizados en México limita el entrenamiento de algoritmos confiables.
Julio Berdegué, secretario de Agricultura, añadió que la IA podría alertar a productores sobre plagas, un ejemplo concreto de su utilidad en un sector clave para el país. En 2024, México exportó más de 50,000 millones de dólares en productos agrícolas, según la Secretaría de Economía, pero enfrenta amenazas crecientes por el cambio climático. La IA podría optimizar cultivos y mitigar riesgos, pero su adopción requiere infraestructura tecnológica y capacitación, dos áreas donde los pequeños productores, que representan el 70% del sector, están en desventaja.
El anuncio del laboratorio llega en un momento de contrastes. Por un lado, México ha mostrado avances en digitalización: en 2024, el 78% de la población tenía acceso a internet, según el INEGI. Por otro, la brecha digital persiste en comunidades indígenas y rurales, lo que limita el impacto de proyectos tecnológicos. Además, la dependencia de tecnología extranjera —como chips y software— plantea riesgos para la soberanía tecnológica, un tema que Sheinbaum no abordó.
El Laboratorio Nacional de Inteligencia Artificial podría ser un punto de inflexión, pero su éxito dependerá de varios factores: una inversión significativa, una visión clara que priorice la inclusión y un debate público sobre la regulación de la IA. Por ahora, el anuncio es una señal de intención, pero México necesita más que intenciones para no quedarse rezagado en la era de la inteligencia artificial. Mientras Sheinbaum pospone la discusión sobre la legislación, el tiempo corre. La pregunta no es si México debe subirse al tren de la IA, sino si está preparado para no descarrilar en el intento.